Alejandro Encinas Nájera
Si bien las personas entre 15 y 29 años de edad conforman
alrededor de la tercera parte de la población total y representan un sector
crucial en materia económica, cultural y política, cuando se analiza la
repartición de las cargas y beneficios entre las generaciones, puede
constatarse cuán rezagadas se encuentran las juventudes. Aunque las
problemáticas nacionales son generalizadas a todas las edades, los jóvenes las padecen
de manera más lacerante.
La falta de espacios públicos que contrapongan a la lógica de
la economía dominante un tipo alternativo de ocio no mercantilizado en el cual
se vigoricen el arte y la cultura como tejedoras de cohesión social; la
incapacidad del sector educativo para atender la demanda de ingreso, secundada por
políticas fiscales regresivas que favorecen la proliferación de escuelas
particulares, sobre todo en nivel medio-superior y superior; la estigmatización
cultural que cargan los jóvenes, que va de catalogarlos como sujetos
conflictivos, hasta criminalizarlos sólo por el hecho de ser jóvenes; la
cruenta guerra entre las Fuerzas Armadas y sicarios del crimen organizado, en cuyo
primer frente se libra una batalla de jóvenes matándose entre sí, y, no menos
grave, la pauperización del mercado laboral que condena a las nuevas
generaciones no sólo a que vean canceladas sus oportunidades de ascenso social,
sino también a que no puedan siquiera mantener el nivel de vida que sus padres
les heredaron, son algunas de las piezas que conforman un rompecabezas de
difícil solución.
En
contraparte, el enfoque imperante en el país para atender las problemáticas de
las juventudes es deficiente al menos por dos razones: en primer lugar,
encasilla y segrega a este sector de la población, y por lo tanto es incapaz de
atender sus múltiples problemáticas como componentes de una misma totalidad. En
términos coloquiales, se suele pensar que por crear un Instituto de la
Juventud, se da por zanjada la deuda con las juventudes, recordando aquella
frase célebre por su cinismo: si no quieres resolver un problema, crea una
comisión.
En
segundo lugar, dicho enfoque concibe a las juventudes como un sector
vulnerable, es decir, como un objeto al que hay que atender a través de
programas de carácter asistencialista y tutelarlo para que no camine por la senda de las conductas antisociales. Para colmo,
es patente el desdén de los políticos tradicionales hacia las juventudes.
Muestra de ello es que en varios congresos del Poder Legislativo hay una
comisión que amalgama asuntos que poco tienen que ver como juventud y deporte.
Fue por pudor que no agregaron a las tareas de esta comisión la frase “y demás asuntos sin relevancia para
nosotros”.
Esta oferta
institucional contrasta con el papel protagónico que han ejercido los jóvenes
en la escena pública, teniendo como epicentro participativo el DF. Se trata de
una nueva realidad generacional que ha llegado para quedarse. Los
acontecimientos recientes de efervescencia participativa juvenil precisan de un
correlato: las instituciones públicas y los gobiernos están emplazados a
cambiar abruptamente de paradigma.
Es claro que por su
genética el PRI está incapacitado para emprender tal cambio. En efecto, los
jóvenes que no acepten incorporarse a los anacrónicos mecanismos de
corporativismo –que serán la mayoría– tendrán que afrontar un sexenio repleto
de complicaciones provenientes de que Peña Nieto y los suyos los catalogan como
porros, o en el mejor de los casos, rebeldes sin causa. Para ellos, la juventud
es una enfermedad que se cura con el tiempo.
Por su condición de
capital, y porque es una de las principales cunas de las gestas ciudadanas y de
la emergencia de la sociedad civil organizada, la Ciudad de México se ha constituido
como un contrapeso político al gobierno federal. Aquí, desde que inició en 1997
el ciclo de gobiernos progresistas, se ha dado muestra de que se pueden hacer
las cosas de modo distinto. Respecto a las complejas y diversificadas demandas
de las juventudes, lo que ahora hay que preguntarse es ¿qué diferenciaría a un
gobierno progresista en el nivel local, frente a la involución autoritaria en
el plano nacional? ¿Cómo puede la Ciudad de México, una vez más, colocarse a la
vanguardia en materia de derechos y formular políticas públicas acordes a las
realidades juveniles?
El alcalde de la
provincia de Santa Fe, Argentina, Hermes Binner, quien además abanderó al
Frente Amplio Progresista en las últimas elecciones presidenciales, ha dado
mucho de qué hablar con su hacer. Este gobernante comprendió claramente la
complejidad del tema juvenil al plantear que “La integración de los jóvenes no se logrará señalando sus déficits
(...). Se conseguirá asumiendo nuestra responsabilidad, que no es hacer por
ellos, sino convocándolos a hacer y a ser parte de la solución de los
problemas. Por eso, no queremos confinarlos a un espacio sólo para jóvenes,
sino invitarlos a participar como verdaderos protagonistas de todos y cada uno
de los espacios de nuestro gobierno”.
La actualización de
los contenidos y ofertas políticas, implica transitar a un paradigma en el cual
las juventudes se asuman y sean asumidas como sujetos de derechos con
mecanismos de exigibilidad y como agentes predilectos del cambio social. Este
nuevo enfoque plantea que la deliberación de los asuntos públicos tiene que ser
una responsabilidad compartida entre múltiples generaciones en condiciones de
equidad, desterrando en tal diálogo los prejuicios adultocéntricos. Como resaltan
en un artículo a tres manos Aram Barra, Cecilia
García y Jocelyn López, “el objetivo es lograr construir un marco que
permita generar cambios significativos y duraderos en la situación de las y los
jóvenes en nuestros países, y en los modos de visualizar y atender las
problemáticas que las juventudes enfrentan”.
Recapitulando, la
integralidad de las políticas públicas y la transversalización del tema joven a
lo largo de todas las áreas del quehacer social, son los conceptos centrales de
una potencial plataforma de las y los jóvenes por su derecho a la ciudad. En la
próxima entrega, plantearé diez puntos con el fin de colaborar a alentar el
debate para su construcción. No está de más decir que si dicha plataforma pretende
generar un respaldo generalizado y volverse referente para otras ciudades de vanguardia,
necesariamente tendrá que deliberarse colectivamente.
@A_EncinasNajera
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