viernes, 16 de diciembre de 2011

Morena-je: Indignados y con proyecto


Alejandro Encinas Nájera

Twitter: @A_EncinasNajera

La indignación

En distintas coordenadas del mundo, los jóvenes a través de la acción colectiva han refutado aquel famoso estereotipo –del todo conveniente para los poderes establecidos– que clasifica a la juventud como un sector de la población apático e inmovilizado por definición, el cual inalterablemente se muestra repulsivo a participar en las decisiones públicas. Por ejemplo, el principal insumo de indignación que estremeció las calles y las plazas de la península ibérica provino de jóvenes hartos de una democracia cosmética y asfixiada por un bipartidismo incapaz de representar las pulsiones y los anhelos de cambio de sus ciudadanos. Incluso en países en los que algunos especialistas de Occidente daban por descartado que la democracia pudiera echar raíces, los jóvenes tomaron las calles y utilizaron con una habilidad asombrosa las redes sociales para derrocar a gobiernos autoritarios y con ello abrir la posibilidad de transitar a un régimen en el que el disenso no sea perseguido. En efecto, cuando menos se han abierto perspectivas en torno a que las libertades cívicas florezcan tras el paso de la primavera árabe. Queda también desmentido el mito según el cual no hay izquierdas ni resistencias en Estados Unidos. Wall Street, el nodo financiero de la economía mundial donde se fraguó una crisis económica que aún no deja de surtir sus efectos depredadores, ha sido también el epicentro de masivas protestas en las que los ciudadanos buscan reapropiarse del poder público conculcado por las grandes corporaciones. En suma, el correlato en la narrativa del año 2011 será para la posteridad la palabra indignación.

Después de la indignación, el compromiso

Estos acontecimientos ilustran que más que indiferencia y cinismo, entre amplias franjas de las juventudes se alberga y expande una voluntad colectiva de ejercer una ciudadanía imposible de comprender desde los enfoques tradicionales. Y es que si bien han ido a la baja las formas convencionales de participar en política –como la militancia partidista, el sufragio y la confianza acrítica en los gobiernos–, lo que la academia conservadora y la derecha no ven, o mejor dicho, no quieren ver, es que a la par han emergido nuevas maneras de involucrarse en la arena pública. Esta modalidad de ciudadanía revitalizada, principalmente incubada entre las juventudes, se caracteriza por contar con un mayor nivel de información que las generaciones que la precedieron, mostrarse más escéptica y crítica con la clase política y por ser repulsiva a los principios de jerarquía, disciplina y sumisión que organizan la relación representantes-representados incluso en las democracias más consolidadas. Bajo este escenario es inocultable que una vez más muchos ciudadanos están un paso adelante de sus sistemas políticos. Hoy en día, las instituciones públicas se exhiben plenamente desfasadas y anacrónicas, pues son incapaces de procesar los impulsos democratizadores de amplias franjas de sus sociedades.

Si la indignación se internaliza al constatar las tremendas injusticias, desigualdades prevalecientes, los abusos y la corrupción de la mayor parte de los poderes locales, nacionales y globales, la respuesta se externaliza al asumir el compromiso de replantear el modo en que pensamos y hacemos política. Indignación por sí sola degenera en malestar estéril. Su realización positiva reclama imaginar otros horizontes e incursionar en proyectos alternativos. Se trata de que la política retorne al mejor de sus significados originales, es decir, que deje de concebirse como dominación o capacidad de subyugar, para asumirse como capacidad colectiva para crear y transformar.

Del compromiso debe surgir el proyecto

Todo nace de la insatisfacción. Según las últimas cuentas del Latinobarómetro, sólo el 3.8% de los mexicanos se mostró muy satisfecho con su democracia, en tanto que el 72% manifestó no estar muy satisfecho o de plano nada satisfecho. En gran proporción son indignados en potencia, pero que corren el riesgo de caer en el pesimismo y de ahí, tan sólo hay un paso para la inacción.

En diversos foros, debates y mesas he escuchado la misma pregunta: ¿Dónde están los indignados en México? Lo que no nos hemos dado cuenta como sociedad es que los tenemos en frente, convivimos con ellos todos los días. Los vemos en las calles, en las fábricas, las oficinas, las escuelas, en la economía informal, en el campo, unos luchando por conseguir un empleo y otros absorbidos por un empleo explotador y deshumanizante. Unos son zapatistas, otros reclaman paz con justicia y dignidad, otros enfrentan las corruptelas de sus dirigencias sindicales, otros son activistas que reclaman reformas democráticas, otros acampan en espacios emblemáticos como forma de protesta y otros militan en partidos de izquierda exigiendo que su organización vuelva a ser un instrumento al servicio de las causas populares. En este archipiélago de indignación hay de todo menos uniformidad. A veces entre estos sectores se logra crear lazos de solidaridad; otras tantas la relación se caracteriza por sus tensiones e incluso confrontaciones. Pero hay un común denominador que los amalgama y que se resume en la siguiente frase: ¡Éste no es el país que queremos, construyamos uno nuevo!

Surge Morena-je

Al compromiso le debe suceder la deliberación colectiva. Y finalmente la secuencia de la indignación culmina en acción y pensamiento transformadores. En aras de ejecutar tal secuela nace la organización de jóvenes y estudiantes del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena-je). En primer lugar, tiene el objetivo de sumarse a la mejor de las tradiciones de las luchas y reivindicaciones de nuestro país. Como señala su documento fundacional, la meta es clara: “rescatar de la tragedia nacional a nuestro México con una revolución pacífica, por medio de la organización y la participación del pueblo. Una revolución lenta, pero terca, en donde las conciencias, la vida cotidiana y el espacio público puedan ser transformados verdaderamente, desde la raíz, con una nueva forma de hacer y pensar la política, actualizada a las nuevas realidades y desafíos.”

El segundo propósito es lograr que los jóvenes dejemos de empeñar nuestro protagonismo en un futuro remoto, y que lo efectivicemos en el presente, compartiendo influencia en la toma de decisiones públicas con las generaciones que nos preceden. Lo anterior implica instaurar acuerdos intergeneracionales en los que prevalezca la justicia y la solidaridad a través del diálogo en condiciones equitativas. También implica desechar prejuicios “adultocéntricos” que encasillan a los jóvenes dentro de un nicho de vulnerabilidad al que debe atenderse a través de políticas públicas tutelares. Es fundamental transitar a un paradigma en el que los jóvenes además de concebirnos y ser concebidos como sujetos de derechos garantizados a través de mecanismos de exigibilidad, nos asumamos también como agentes del cambio social.

Se calcula que en México hay alrededor de 33 millones de personas jóvenes, es decir, representamos más o menos la tercera parte de la población. Pese a nuestro peso demográfico, nuestras voces, demandas y reivindicaciones no están siendo del todo escuchadas al momento de delinear los rumbos por los cuales caminan nuestras sociedades. Es claro entonces que sólo a través de la organización podremos visibilizar e impulsar nuestras aspiraciones. Para ello, Morena-je propone principios organizativos democráticos, descentralizados, horizontales, solidarios, plurales e incluyentes, propios de las sociedades-red del Siglo XXI. Se trata de constituir, por un lado, comités a nivel territorial en todos los estados de la República, municipios y delegaciones, y por otro lado, a nivel sectorial, en preparatorias, universidades, escuelas técnicas y CCHs, tanto públicos como privados. La tarea principal de tales comités es impulsar el cambio en el país coadyuvando a despertar conciencias a través del debate y la difusión del Nuevo Proyecto de Nación entre los jóvenes. Se trata de instaurar por la vía democrática y pacífica el primer gobierno de izquierda en el país para que de una vez por todas la administración pública se ponga al servicio de todos los mexicanos y no exclusivamente al servicio de unos cuantos.

Morena-je reconoce la importancia con la cita electoral del año 2012, más aún en una sociedad que aún no culmina su ciclo de transición, pues tal como ocurrió en 2006, aún existen poderes fácticos con capacidad de vetar opciones que afectan sus intereses. Ahí daremos una decidida batalla y las perspectivas son alentadoras. No obstante, esta agrupación también sostiene la convicción de que su actividad lejos está de agotarse en el panorama electoral, por lo que plantea un esfuerzo de largo alcance al margen de la coyuntura que se aproxima.

Así, una asignatura fundamental es impulsar un esfuerzo colectivo a nivel nacional para redactar la Agenda Juvenil para la Regeneración Nacional. Sin duda, somos los jóvenes quienes tenemos la responsabilidad de definir nuestras luchas, causas y derechos. Es lamentable que en el país hasta el momento el tema de la juventud siga abordándose de manera encasillada y segregada. Nuestro propósito es lograr su transversalización a través de todos los ámbitos de la vida pública. Por ello, en esta agenda se contempla incorporar las auténticas preocupaciones de los jóvenes. Más que decir, se trata de escuchar lo que desde todos los rincones del país los jóvenes opinan de temas tan variados y complejos como el derecho a un trabajo digno y a una vida independiente, educación pública gratuita y de calidad, derecho al espacio público y al ocio no mercantilizado, la diversidad sexual y el derecho a tener una vida sexual sana, plena, afectiva e informada, el problema de las drogas, la no criminalización por el sólo hecho de ser joven, la participación política, entre otros.

En conclusión, si me piden un planteamiento sintético acerca de qué es Morena-je, les respondo que somos jóvenes indignados y comprometidos. Pero además de indignación y compromiso tenemos proyecto. Y en éste sostenemos la firme convicción de que otro país y otro mundo son posibles.

Para más información, consultar www.morenaje.mx

lunes, 7 de noviembre de 2011

2006: La transición interrumpida (Fragmentos de la Introducción del libro)

A inicios de la década de los noventas, académicos del mundo entero se volcaron a festejar el arribo de la tercera ola de las transiciones. En su cresta venía la democracia, una invitada muy pretendida. Para la segunda mitad de la década, el especialista en la materia, Guillermo O´Donnell, advirtió que muchos de los países que estaban inmersos en este proceso no lograron alcanzar la consolidación y revirtieron en nuevas formas de autoritarismo. Otros tantos permanecieron en un área gris, intermedia, en la cual las incipientes instituciones y prácticas democráticas coexistían con los mecanismos y el ejercicio autoritario del poder.[1] Culminada la década, Steven Levitsky y Lucan A. Way sostuvieron que visto a la distancia, quedó claro que en gran parte del mundo las tempranas esperanzas por la democratización fueron excesivamente optimistas. De acuerdo a estos investigadores, muchos regímenes autoritarios lograron sobrevivir al paso de la tercera ola. En otros casos, el colapso del régimen no derivó en democracia, sino en una forma novedosa y actualizada de autoritarismo. El problema que la ciencia política debe enfrentar en la actualidad, es que en tanto ha emergido una extensa literatura concerniente a las causas y consecuencias de los procesos de democratización, la investigación que se ha emprendido acerca de la emergencia o persistencia de regímenes no democráticos es escasa. Democracia restrictiva, incompleta, selectiva, pseudo, de fachada, delegativa, degradada: con el afán de alcanzar la precisión conceptual, las nuevas investigaciones se han visto obligadas a adjetivizar a la democracia, haciendo patente su estado inacabado. Sería más adecuado hablar de formas atenuadas o reducidas de autoritarismo que seguir inventando tipologías disminuidas de democracia. Para el caso mexicano, mi propuesta de análisis se centra en la transición interrumpida. El trayecto aún no había alcanzado su fase de consolidación, cuando en 2006 se le asestó un grave revés. ¿Qué fue lo que pasó si se iba por buen camino?

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Investigar qué fue lo que realmente sucedió en las elecciones presidenciales del 2006 implica sumergirse en un océano de pasiones y subjetividades. Es un hecho tan reciente y controvertido, que incluso las fuentes más confiables y mejor sustentadas no escapan de una dosis valorativa. El escritor Juan Villoro observa que “El cronista de la arena pública no es un testigo indiferenciado; está influido por la subjetividad, derivada de ser contemporáneo de las cosas que narra. No hay miradas puras y lo primero que debe establecer un narrador es su perspectiva para contar la historia.”[2]

En esta tesis me propuse realizar un esfuerzo por hacer a un lado mis posiciones políticas y entablar un compromiso con la academia y el método social. El trayecto no estuvo exento de vaivenes y tensiones, de disputas internas entre estos dos frentes por conseguir la supremacía. Ya juzgará el lector cuál fue el factor que predominó.

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¿Podemos hablar de una transición acabada cuando nuestra democracia es selectiva y permite a unos llegar pero a otros les bloquea el camino? ¿Podemos hablar de una transición completa cuando en México se ha impedido a toda costa que la izquierda llegue a la Presidencia de la República? La hipótesis que se pretende comprobar a lo largo de esta investigación es que en los años recientes se formó una poderosa coalición conservadora, antidemocrática y con poder de veto, conformada por cúpulas políticas, empresariales, financieras, mediáticas, sindicales y clericales, que no escatima recursos, legales o no, para impedir que sus privilegios y el status-quo se vean alterados. De tal modo, la democracia será efectiva y plena, en tanto la las opciones a elegir no alteren los intereses y privilegios de las élites económicas y de los poderes fácticos. Pero cuando un contendiente con posibilidades de triunfo plantea un desafío de transformación social, aún cuando sea lanzado por la vía institucional y legal, este bloque disciplinadamente cierra filas e impide su paso a como dé lugar. Los años previos al 2006, teniendo como corolario el proceso de desafuero del jefe de Gobierno del DF, lo corroboraron fehacientemente.

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Existe una extensa bibliografía acerca de las elecciones presidenciales de 2006. Era de esperarse: se trató de un parteaguas en la política nacional. Muchas publicaciones lindan con la apología o el panfleto; otras tantas pretenden reivindicar el actuar de uno de los personajes involucrados. Algunos son estudios serios, sustentados en métodos cuantitativos; otros se ciñen a un episodio específico del proceso y lo exponen acuciosamente. Es más: se han escrito novelas al respecto. En su conjunto, brindan un abanico rico en información y diversidad. Hay investigaciones de alta calidad cuyo común denominador es que se concentraron en una sola etapa: campañas, calificación de la elección, los años que antecedieron las elecciones, etcétera. Al consultar estas fuentes detecté un vacío. De ahí surgió el propósito de emprender esta investigación: sistematizar y desarrollar desde el comienzo la cadena de sucesos que conformaron las elecciones presidenciales de 2006 para brindar una visión panorámica y global sobre este proceso político.

De tal modo, en el capítulo 1 se delimita un marco conceptual cuyo propósito es explicar qué se entiende por transición a la democracia. Se exponen los avances que ha tenido el país en cuanto a procesos electorales y pluralización política, pero también sus retrocesos y pendientes.

El capítulo 2 desciende en la escala de abstracción y aterriza en el terreno de lo empírico. Aquí se desarrolla la larga serie de sucesos que antecedieron las elecciones de 2006, partiendo del error de origen: la conformación bipartidista del Consejo General del IFE en 2003. Desde ese momento se fue conformando un escenario adverso para la vigencia de las condiciones que requiere una democracia para realizarse. Aunado a ello, las numerosas confrontaciones entre el Ejecutivo Federal y el jefe de Gobierno capitalino, anticipaban unos comicios electorales que polarizarían a la sociedad.

En el capítulo 3 se analizan las estrategias electorales implementadas por los dos candidatos punteros y por las fuerzas políticas, económicas y sociales que los respaldaron. Si se pretende alcanzar una comprensión completa de lo que ocurrió en el país durante los tiempos de campaña, es insuficiente centrarse en las figuras de los candidatos, pues éstos actuaron en un contexto fuertemente influido por otros protagonistas de la política nacional. Es por este motivo que en este capítulo se profundiza en el papel que desempeñaron los medios de comunicación, algunos sindicatos, las cúpulas empresariales, los otros partidos políticos –poniendo especial énfasis en las fuerzas escindidas-, las autoridades electorales encargadas de vigilar la equidad en las campañas, algunos gobernadores que intervinieron en el proceso, y el presidente de la República. Se busca responder ¿qué hicieron unos para ganar, y qué hicieron (o dejaron de hacer) los otros para perder?

En el capítulo 4, Los organizadores y los jueces de 2006, se presenta un análisis crítico sobre el desempeño de las autoridades electorales. Como se corroborará, la consecuencia más grave de su actuar fue la erosión de la confianza ciudadana en los proceso democráticos. Reponer esta pérdida tomará mucho tiempo.

Para finalizar, el capítulo 5 trata sobre las consecuencias que estas elecciones arrojaron en el Sistema Político Mexicano, partiendo desde el análisis de la nueva correlación de fuerzas, hasta llegar a abordar el contexto de polarización y crispación social y la crisis de representación por la que el país atraviesa. El tema que invariablemente ocupa el centro es la legitimidad.


Como se observa en este breve recorrido, la tesis fija su punto de partida en el año 2003 y culmina describiendo acontecimientos de finales de 2008. Es a través del enfoque global que se pretende brindar una contribución al estudio y comprensión de estos relevantes comicios electorales.

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Esta investigación se realizó a lo largo del año 2008 y el primer semestre del 2009. A la fecha, considero pertinente su consulta al menos por tres razones:

1.2006 fue un parteaguas en la política nacional. Las circunstancias actuales, tales como la guerra en contra del narcotráfico, la inseguridad, el fortalecimiento del PRI, las alianzas entre los partidos de izquierda y el PAN en varios comicios locales y la generalizada sensación de descomposición de la vida pública, no pueden entenderse sin dimensionar la influencia que aquellos comicios presidenciales tuvieron en la reconfiguración de la arena política.

2.Ha arrancado la sucesión presidencial del 2012. Nos avecinamos a unas elecciones que posiblemente tendrán un elevado nivel de competitividad y que no estarán exentas de conductas ilegales y antidemocráticas por parte de diversos actores involucrados. Sin embargo, el entramado normativo e institucional permanece casi intacto. Si bien la última reforma electoral, consecuencia de las elecciones del 2006, tuvo aportaciones importantes, como impedir la contratación de tiempo en los medios de comunicación a los partidos políticos, también conllevó a severos retrocesos, como los candados a las coaliciones. Aunado a ello, la mayoría de los titulares del IFE y del TEPJF adolecen del mismo mal que sus antecesores: deben su cargo a algún grupo político, no a sus méritos y capacidades. De manera dolosa, en el Sistema Electoral Mexicano prevalecen averías y flancos vulnerables que, bajo el contexto desfavorable que se aproxima, podrían abonar en el descrédito ciudadano a la vía democrática.

3.Para la izquierda es imprescindible reflexionar sobre lo que ocurrió en 2006, pues si aspira a ganar las elecciones y gobernar el país, tiene que aprender de los errores cometidos en el pasado.



[1] Guillermo, O´Donnell, “Ilusiones sobre la consolidación”, en Nueva Sociedad # 144, Julio- Agosto 1996, pp. 70-89

[2] Juan, Villoro, “Detente apocalipsis: tengo un plan B”, en Roger, Bartra, Izquierda, democracia y crisis política en México, México, Nuevo Horizonte Editores, 2007

lunes, 9 de mayo de 2011

A un año, un balance

¡Compra pastillas y adelgaza en quince días o NO te devolvemos tu dinero! ¡Vamos ganándole al crimen organizado! ¡Las telenovelas de Thalía son formativas! ¿Para qué manda a sus hijos a estudiar a la escuela? ¡Permita que la tele los eduque mientras usted y su familia viven de sobra con 6 mil pesos al mes! Entre tanto ruido ensordecedor, la confusión es natural: ya no se sabe si lo que se anuncia es un candidato o un modelo que promueve un producto fijador para el cabello altamente tóxico y próximo a caducar.

Por eso, la creación de un espacio de libre expresión para periodistas, poetas, escritores, analistas y voces ciudadanas, es un motivo de festejo. Pero lo es más su primer cumpleaños. Muchos proyectos comunicativos se quedan en el camino, devorados por el monstruo bicéfalo de la televisión, siempre receloso en la defensa de sus dominios. Otros, simplemente chafean, o dicho de modo ortodoxo, claudican de sus orígenes para rendirse ante el favor de los patrocinadores, o bien, para estar en condiciones de concursar por una concesión con el favor del compadre en el gobierno. En un país secuestrado por la violencia, con la libertad de expresión en vilo y con el poder mediático concentrado en pocas manos, fundar y hacer subsistir una fuente informativa crítica e inteligente se antoja irrealizable. Y sin embargo, las hay. Son muchísimos los mexicanos luchando diariamente en condiciones asimétricas por la democratización de la información y de los medios de comunicación. Hace un año nació Contraseña con la determinación de sumarse a este esfuerzo colectivo.

Además de motivos de festejos, los aniversarios son ocasiones inmejorables para reflexionar. En el año que esta revista lleva de vida, en México y en el resto del mundo, en lo que respecta a la libertad de expresión, derecho a la información y labor periodística, ha ocurrido una serie de sucesos que merecen hacer un alto en el camino.

En el plano nacional, el panorama se pinta de claroscuros. La absurda y deplorable guerra de Calderón, cuyo saldo supera las 40 mil personas asesinadas, lesiona gravemente las garantías para ejercer el oficio del periodismo. En buena parte del territorio nacional, ante la violencia, la impunidad y la incapacidad del Estado, los periodistas no tienen más remedio que ejercer la autocensura. De acuerdo con un reporte publicado en septiembre de 2010 por el Comité para la Protección a Periodistas (disponible en www.cpj.org), desde que Felipe Calderón tomó posesión de su cargo, 22 periodistas habían sido asesinados y muchos otros atacados, secuestrados o forzados al exilio. El reporte agrega que durante los últimos 10 años, 90% de los crímenes en contra de periodistas han quedado impunes. En este silencio desolador, un poeta acaba de alzar la voz, que no es sólo la suya sino la de muchos otros: “Quiero decir que todos los jóvenes corrompidos o muertos en esta guerra, y que sólo son manejados por el gobierno como estadísticas, se llaman desde ahora para mí: Juan Francisco Sicilia. Todos son nuestros hijos." La de Javier Sicilia es una invitación a no quedarnos callados, a exigirle al gobierno federal el viraje de su fracasada estrategia, la instauración del Estado de Derecho y la devolución a los periodistas de la tinta de su pluma.

Esta autocensura es complementada por la censura clásica, tan descarada como siempre, sólo que ahora cubierta por la envoltura de la simulación democrática. El despido de Carmen Aristegui de MVS Radio, provocado por supuestas violaciones al código de ética de la empresa al haber solicitado una respuesta por parte del Ejecutivo sobre el presunto alcoholismo de su titular, es el indicador más contundente de la precariedad en la que nos encontramos. Pudo más un “berrinche presidencial” que la letra escrita de nuestra Constitución. Este episodio evidenció que en los medios electrónicos de comunicación hay libertad de expresión sólo si se cumple con dos requisitos: 1)tener quien te la patrocine, y; 2) no estar en la lista negra del “señor presidente”. El debate que detonó esta decisión se centró en la figura de esta valiente periodista. Sin embargo, su despido era solamente la punta del iceberg y el rostro más visible de una política del régimen que pretende uniformar a su imagen y semejanza todas las voces en los medios. Para el gobierno la disidencia es tolerable para mantener las apariencias y obtener las certificaciones democráticas, pero sólo en pequeñas dosis. La persecución y el hostigamiento de los que son víctimas las radios comunitarias y los medios alternativos, por una parte, y la decisión de no abrir el espectro televisivo a nuevos competidores, por otra parte, lo constatan.

Pero no todas son malas noticias…

Ante la presión del gobierno para que MVS despidiera a Aristegui, muchos ciudadanos se organizaron: marcharon, asistieron a manifestaciones públicas, elaboraron consignas creativas, tuitearon y firmaron peticiones. Además, los radioescuchas dejaron de sintonizar la estación, lo cual se tradujo en un golpe directo al talón de Aquiles de la empresa: su prestigio y su bolsillo. El resultado: a los pocos días Carmen regresó al espacio noticioso que conduce por las mañanas. Este episodio desmiente las posturas cínicas que invitan a la apatía al asegurar que de nada sirve protestar porque por más que se intente las cosas no van a cambiar. Lo cierto es que cuando la sociedad civil se moviliza y expresa su indignación masivamente, no hay arbitrariedad gubernamental que prospere.

En una magnitud mucho mayor y cuyos alcances históricos aún no se pueden divisar, la Revolución del Jazmín en Túnez y la Revolución de los jóvenes en Egipto, asestaron golpes fatales a sus regímenes autocráticos. La puerta a una transición democrática quedó entreabierta. En esta oleada rebelde, las tecnologías de comunicación jugaron un papel fundamental, pues dieron muestra de cómo cada vez es más difícil para los gobiernos y los grandes consorcios mediáticos fijar la agenda política, dosificar la información y decidir acerca de lo que pueden y de lo que no pueden enterarse los ciudadanos. La maravilla de Internet es que permite el intercambio de cientos de miles de mensajes por segundo, entre millones de usuarios, sin un centro capaz de controlar dicho flujo. Por medio de las redes sociales, los jóvenes insurrectos convocaron a sus connacionales a asistir a las concentraciones, anunciaron al mundo entero sus causas y se ganaron el apoyo de ciudadanos de países remotos. Pero a su vez, fueron conscientes de las limitaciones del ciberactivismo, y de que un click en el mouse lejos está de sustituir la protesta cara a cara en la plaza pública.

Y si estas luchas dejaron al descubierto la vulnerabilidad de los gobiernos ilegítimos cuando se enfrentan a resistencias fuertes, la explosión de la bomba Wikileaks, la cual contenía más de 250 mil cables confidenciales de la diplomacia estadunidense, los dejó avergonzados y en paños menores. Al darle una auténtica resignificación al derecho ciudadano a la información, este proyecto transformó la política de manera irreversible. Como señala Milagros Pérez Oliva, a partir de Wikileaks, todos los poderosos saben que todo lo que hagan o digan puede un día ser del dominio público. Para Javier Moreno, director de el País (periódico que colaboró en la difusión de estos cables), esta filtración revela como nunca antes hasta qué grado las clases políticas en las democracias avanzadas de Occidente han estado engañando a sus ciudadanos. En contraparte, también constituye una enseñanza sobre los riesgos que corre un periodista cuando descubre una realidad cuya secrecía se justifica por la tantas veces invocada “razón de Estado”. Actualmente Julian Assange, la cara más visible del proyecto Wikileaks, se encuentra en el Reino Unido bajo libertad condicional forzado a utilizar un brazalete que lo hace localizable las 24 horas del día. Víctima de vulgares difamaciones y vituperios por parte de diversos gobiernos ansiosos de su extradición, nos alerta sobre el rostro ambivalente de las nuevas tecnologías de comunicación: “Si bien Internet de alguna manera nos ha dado la oportunidad de saber a un nivel sin precedentes lo que el gobierno está haciendo, y nos permite establecer lazos de cooperación para llamar a cuentas a gobiernos y corporaciones represivas, también es la maquinaria de espionaje más grande que el mundo ha conocido.”

Punto y aparte

Gandhi alguna vez escribió que “la verdadera libertad no vendrá de la toma de poder por parte de algunos, sino del poder que todos tendrán algún día de oponerse a los abusos de la autoridad. La libertad personal llegará inculcando a las multitudes la convicción de que tienen la posibilidad de controlar el ejericicio de la autoridad y hacerse respetar”. Décadas después, el escritor Ernesto Sabato complementó esta idea afirmando que “ésta es una gran tarea para quienes trabajan en la radio, en la televisión o escriben en los diarios; una verdadera gesta que puede llevarse a cabo si es auténtico el dolor que sentimos por el sufrimiento de los demás”. En los últimos doce meses hemos constatado los peligros y oportunidades que se avecinan en la lucha por la democratización de la información y en la defensa del periodismo crítico e independiente.

Vivimos en una aldea global en la que las telecomunicaciones permiten que nos enteremos de lo que ocurre en el lugar más lejano de manera prácticamente inmediata. Es una época en la que las distancias se acortan dramáticamente. Por eso resulta irónico que al mismo tiempo se observe por todas partes el auge de los medios de comunicación local. Y es que las personas no sólo están interesadas en enterarse de la quiebra de la economía portuguesa o la crisis nuclear de Japón, sino también de lo que acontece en frente de su casa, en aquel lugar que los vio nacer y crecer, que forjó su identidad y autoestima como colectividad. Y en esa materia, Coyoacán tiene mucho que ofrecer y Contraseña otro tanto que narrar.