miércoles, 27 de octubre de 2010

Más baratos

Alejandro Encinas Nájera

La botarga del Doctor Simi sonríe y festeja. El bloque conservador y mayoritario en el Congreso (PAN-PRI-PVEM) ha renunciado a su función de representar el interés público y ha asumido sin pudor alguno el papel de correa de transmisión de los grandes empresarios del país que ven en San Lázaro un lobby para legalizar sus negocios. En esta ocasión, las grandes ganadoras fueron las empresas farmacéuticas. Con 333 votos a favor, esta semana fue aprobada una iniciativa de reforma presentada por el diputado Pablo Escudero (cuyo suegro, dicho sea de paso, es Manlio Fabio Beltrones) que permitirá al IMSS entregar vales de medicinas a los usuarios cuando exista un desabasto en sus farmacias, o sea, siempre.

“Si el gobierno no puede, que te lo pague”. Basta recordar que con este slogan el PVEM se lanzó en campaña. Dicha frase, además de demagógica, ocultaba un interés empresarial. Resulta que el hermano del fundador de los verdes es dueño de las Farmacias Similares, un emporio que se ha expandido como el peor de los cánceres en todo el país. Éste sólo hecho evidencia el uso patrimonialista de un partido político que sólo representa los intereses de una familia. El bloque PRI-PAN no sólo respaldó la medida como un pago de favores y una apuesta por ganarse el aplauso de Televisa y Tv Azteca (quienes patrocinan a la telebancada). En esta decisión hay algo aún más lamentable: la renuncia voluntaria de capacidades públicas, el desmantelamiento de las últimas reminiscencias del Estado Benefactor. En efecto, esta reforma representa la profundización de la privatización del sector salud y el desmantelamiento de uno de los pilares de la seguridad social en México. Es indudable que el estado deplorable del IMSS no es una fatalidad, sino un componente de la agenda neoliberal.

Frente a la consumación de este atraco, yo no puedo comprender cómo es que hay todavía sectores de la izquierda que insisten en aliarse con un partido de derecha en gran medida responsable de la debacle nacional. Sólo una cosa me queda clara: que los legisladores que aprobaron esta reforma son lo mismo, pero más baratos.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

La opacidad


Alejandro Encinas Nájera

Durante muchos años el 1 de Septiembre era el día en el que se rendía pleitesía al presidente. Con un Congreso monocolor, el Informe era un mero ritual republicano de aclamación unánime. Esta realidad fue cambiando conforme el Poder Legislativo fue abriendo las puertas a la pluralidad política. Emblemáticas fueron las primeras interpelaciones de la oposición a una figura presidencial que iba despojándose de su carácter intocable. Todo aparentaba que transitábamos hacia un régimen de equilibrios y de rendición de cuentas, propio de una democracia. Lamentablemente Vicente Fox, al fungir como impulsor del desafuero del AMLO y jefe de campaña de Felipe Calderón, dilapidó la investidura presidencial y truncó este trayecto.

Hoy, en vez de haber arribado al destino deseado, nos encontramos estancados en un fango en el que si bien los legisladores ya no son los levantamanos del Ejecutivo, carecen de la capacidad y de las condiciones para llamarlo a que acuda a una auténtica rendición de cuentas. Calderón prefiere rendir su Informe de Gobierno ante las cámaras de las televisoras privadas, que ante las Cámaras parlamentarias. Con esas acciones, cree resuelta su obligación constitucional En spots de 30 segundos nos pinta un país que tan sólo se vislumbra a través del cristal de sus anteojos. Más que a un Informe, asistimos a una campaña proselitista.

En conclusión, sería inaceptable restaurar el antiguo ritual priísta, pero a la vez se deben crear nuevos mecanismos para que el titular del Ejecutivo asista a rendir cuentas no sólo una vez al año, sino tantas veces como sea requerido. Así funciona en muchos sistemas políticos europeos y no hay razón ni condena para que en México eso no sea viable.

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viernes, 13 de agosto de 2010

Esclavos del BlackBerry

Me cuesta confesarlo, pero ahí les va: me llamo Alejandro y soy adicto al Black Berry. Bueno, quizás he exagerado un poco, pero ahora que he atrapado tu atención, considero indispensable que reflexionemos en torno a una tecnología que ha alterado la forma en que nos relacionamos, concebimos tiempo y espacio y sobre todo, que ha transformado –que no es lo mismo a revolucionar– las telecomunicaciones. Eludo usar el término revolucionar, pues esto presupone progreso, avance, y no estoy muy seguro de que el Black Berry contribuya en ello.

Para quienes no están familiarizados con este infernal aparato, basta comentar que se trata de un teléfono celular con Internet incluido, mensajería entre blackberristas sin costo adicional, correo electrónico, GPS y redes sociales como Twitter y Facebook (lleva a todos tus amigos en el bolsillo, reza la propaganda). Los empresarios han logrado colocarlo como un objeto que confiere status social: “¿No tienes Black Berry? Uff, entonces, ¿cómo nos vamos a contactar?” O en su defecto, “Ok, nos vemos luego, mándame un mensajito por el BB Messenger”.

Todos nos sentimos muy modernos con nuestra “oficina móvil”: ¡qué maravilla poder estar de vacaciones despachando como si estuviera en la oficina! ¿Seguros? O mejor dicho, los asuntos del trabajo, como el karma, me persiguen a donde quiera que voy. Lo cierto es que con este celular, los usuarios están permanentemente localizables por su novi@, jef@ y demás @rrobas. La ciencia ficción del Gran Hermano que todo lo ve, del escritor británico George Orwell, al fin materializada. Sus inventores bien lo sabían. Con lujo sarcástico lo bautizaron Black Berry. Cuenta la leyenda urbana que en los tiempos de las grandes haciendas algodoneras del sur de lo que ahora conocemos como Estados Unidos, así se les conocía a las bolas metálicas que se encadenaban a los tobillos de los esclavos africanos para que no escaparan de la explotación laboral. Después de conocer esta metáfora, ¿nosotros los blackberristas nos seguiremos sintiendo tan sofisticados?

Hay quienes aseguran que ésta es y será una tecnología destinada exclusivamente a una élite. Están equivocados. Recordemos que tan sólo hace quince años atrás, cuando los celulares se asemejaban a un tabique o a una arma blanca y sólo las familias de alcurnia podían darse el lujo de pasearse por los shopping malls con tremendo aparato causante de problemas ortopédicos, se pensaba lo mismo. Hoy en México hay más de 80 millones de líneas de celular.

Ya Arnoldo Kraus lo ha anticipado: “La epidemia Blackberry es una amenaza. Despersonaliza, aleja a las personas, impide el contacto físico, consume tiempo, es altamente contagiosa y enemiga de la reflexión.” Es desesperante compartir una taza de café con alguien que no te presta atención, que su mente está concentrada en un chat en su pequeña pantalla (me he cachado haciéndolo). Despoja de todo encanto al encuentro amistoso y a la sobremesa. Nunca en la historia de la humanidad se le había dado tanto uso a los dedos pulgares de la mano como ahora que millones teclean maratónicos mensajes. Pese al asombro de los darwinistas, no descartemos que en la siguiente era nos salgan tentáculos en los dedos gordos.

En suma, el Black Berry (para empleados productivos) y el I Phone (para jefes ociosos), pueden ser herramientas de trabajo y comunicación muy útiles. Lo que en verdad preocupa es que el objeto poseído termine por poseer a quien se jactaba de ser su dueño, y que el invento termine devorando a su creador.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Las buenas conciencias


Alejandro Encinas Nájera

Advertencia: el siguiente artículo puede provocar, o en su defecto incrementar trastornos en las “buenas conciencias” de la sociedad mexicana. Se sugiere discreción.

Inaudito es una palabra que se queda corta para describir los actos de homofobia, misoginia y racismo que a diario ocurren en nuestro país. Inaceptable es un término que no alcanza para demostrar la indignación ante esta doble moral: el territorio nacional bien puede bañarse en sangre prevaleciendo un estado de total impunidad, pero que a una mujer indígena que fue violada no se le ocurra abortar porque ahí sí se aplicará todo el rigor de la ley; los asesinatos a gente inocente (conocidos en el argot oficial como “daños colaterales” en la guerra contra el narco) pueden ocurrir a plena luz del día en lugares de afluencia pública, los decapitados aparecer en avenidas principales y los mensajes de terror leerse en los puentes peatonales, pero que a una pareja homosexual no se le ocurra darse un beso en público pues el escándalo a la moral es tal que merece castigo público. Algo anda mal en una sociedad que ha llegado al absurdo de perder el pudor ante la violencia y proscribir al escondite las muestras de amor y cariño.

A finales de 2009, el gobierno estatal de Guanajuato prohibió que en los libros de texto se incluyera información sobre salud reproductiva. Lo reemplazó por otro que condena la masturbación como un “placer egoísta”, promueve la abstinencia hasta el matrimonio y desaparece imágenes de los aparatos reproductivos “por incitar a la lujuria”. Bajo estos prejuicios ajenos de un Estado Laico, se conculcó a miles de jóvenes el derecho de informarse sobre cómo se puede llevar una vida sexual sana y responsable. Al mismo tiempo, en 17 congresos locales se aprobaban leyes antiaborto que criminalizaban a las mujeres. El axioma de las “buenas conciencias” en aquella ocasión fue “los preservativos no existen y el aborto es un delito que se castiga con prisión. Si usted fue violada, aguántese como si fuera un hombre de verdad”.

Mientras todo eso ocurría, los legisladores locales del DF se disponían a aprobar los matrimonios entre personas del mismo sexo y su derecho a adoptar. Esto no fue producto de la espontaneidad sino de una larga lucha. Hagamos un breve repaso de los hechos más recientes: dudo que alguna vez en la historia haya imperado el prototipo de estructura familiar que los sectores conservadores tanto invocan: la típica fotografía del papá exitoso, la mamá abnegada, el hijo y la hija obedientes y de fondo una casa en un suburbio. Los fenómenos sociales son mucho más complejos y ricos. El tejido familiar cobra múltiples formas: monoparental, extensa, compuesta, etc. Hasta 2006, la ley desconocía esta realidad. Con la aprobación de la Ley de Sociedad de Convivencia por primera vez se le otorgó un status jurídico a relaciones diversas integradas por personas que pretendían establecer un contrato social que incluyera derechos y obligaciones. Esta reforma de ningún modo aspiró a ser culminante, más bien se planteó a sabiendas de que desencadenaría una larga serie de antesalas y debates para por fin desembocar, sin ambigüedades, en la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Aprobados los matrimonios, lo que se desconocía es que éste era sólo el inicio de un nuevo capítulo de lucha por colonizar nuevas libertades. La reacción fue sorprendente y en cierta medida, divertida: el alto clero anunció que excomulgaría a los diputados que votaron a favor, se irían directito a arder en las llamas del averno, las sotanas salieron a las calles a protestar acompañadas de las familias bien que calificaban a los gays como depravados, hechura contranatura, perversos e inmorales. El gobierno federal se sumó a esta causa como su principal activista. Fue entonces que la controversia constitucional tocó las puertas de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Recientemente este órgano declaró el apego legal del matrimonio gay. Pero no todo está dicho. Mientras se escriben estas líneas, aún no se ha deliberado en torno a la adopción y el reconocimiento de derechos en otras entidades de quienes se casan en el DF.

Que alguien me dé una razón convincente y libre de prejuicios para impedir que dos personas que se aman puedan enlazarse en matrimonio y adoptar. Porque hasta la fecha, los detractores sólo han manifestado irracionalidad, fanatismo y odio. Los matrimonios entre personas que no se aman, sean homosexuales o heterosexuales, esos sí que están mal.

jueves, 29 de julio de 2010

Lápices por fusiles

En el mundo hay 771 millones de personas desprovistas de competencias básicas en lectura y escritura. Tan sólo en la región de América Latina y el Caribe se contabilizan 35 millones de analfabetos; de éstos, 6 millones viven en México (Fuente: UNAM).

A veces las sociedades disimulan o desvían la vista de problemas gravísimos que albergan en su seno. Caen en la complacencia y la simulación para decirse a sí mismas que las cosas van bien. Al negar o no reconocer la asignatura pendiente, se suministra una buena dosis de somníferos para la conciencia, con la reacción “secundaria” y adversa de que se transita en sentido contrario a su solución.

A todos nos debería indignar que en pleno siglo XXI en México no se ha podido erradicar uno de los fenómenos que mayor segregación y asimetrías provoca entre los individuos que conforman una sociedad: el analfabetismo. Incluso en el Distrito Federal viven alrededor de 160 mil personas que no saben leer y escribir. Estamos hablando de un problema anclado en la capital del país, una región de contrastes en donde la tecnología de punta se conjuga con la falta de oportunidades, las finanzas trasnacionales con la marginación, y la sociedad de la información con la deuda educativa. Estrechamente vinculado con la pobreza, la desigualdad y la exclusión, el analfabetismo suele arraigarse en sectores tales como mujeres mayores de 50 años y población indígena. Con ello se nutre y lubrica el círculo vicioso de la inequidad, garantizando la reproducción de la injusticia.

Recientemente el Jardín Hidalgo atestiguó el arranque de la campaña “Analfabetismo 0 en la capital”. Se trata de un esfuerzo que articula a la Secretaría de Educación del GDF con la UNAM y los gobiernos delegacionales y que, como su nombre lo indica, se ha puesto como objetivo sentar las bases para erradicar el analfabetismo en el Distrito Federal. Desde el momento que se lanzó la convocatoria para sumarse a las brigadas alfabetizadoras, los jóvenes, principalmente provenientes de prepas y universidades públicas, fueron los que más iniciativa e interés mostraron. Algunos de ellos ya pusieron el ejemplo al formar comités autogestivos. Han sido experiencias a lo sumo exitosas que deben replicarse. En efecto, lo mejor que podría sucederle a este programa es que la sociedad se lo apropiara e hiciera suya esta impostergable tarea. Que los vecinos pongan sus casas para las sesiones de estudio, que los chavos en la colonia difundan e inviten a otros a sumarse a esta campaña, que la banda encuentre formas originales de autoorganizarse, que se armen conciertos y eventos culturales para su promoción. Esto, aún en estado germinal, está sucediendo en Coyoacán.

Si bien nuestra delegación, con el 1.9 % (9269 personas) no presenta los índices más elevados de analfabetismo en la capital –como ocurre con delegaciones tales como Tlahuac, Milpa Alta e Iztapalapa que alcanzan hasta el 5% de analfabetismo entre sus habitantes– existen zonas que dada la concentración de población analfabeta comparten rasgos muy similares con los casos más apremiantes. En esta situación se encuentran las colonias Santo Domingo, Villa Quietud y el Barrio de San Francisco (Fuente: INEGI).

Desde luego el arranque será una fase complicada. Adversidades habrá y muchas: que faltan recursos, que hay desorganización, la insensibilidad, la desidia, entre otras tantas. Sin embargo, países con severos problemas económicos y estructurales como Venezuela, Cuba y Bolivia han logrado acabar con el analfabetismo. Con ello demostraron que pese a todo obstáculo nuestras aspiraciones son posibles, siempre y cuando pongamos por delante el esfuerzo, la organización y sobre todo, un profundo compromiso con esta causa. En pocas palabras, nuestros principales enemigos serán nuestra falta de imaginación y de voluntad.

En la mayor parte del territorio nacional se libra una absurda guerra cuyo principal insumo proviene de la falta de expectativas y oportunidades: los jóvenes se reclutan del bando de los sicarios o de los militares y son utilizados por sus mandos como carne de cañón. Mientras tanto, en el Distrito Federal se está gestando un ejército de alfabetizadores que ha optado por portar el lápiz en vez del fusil, y por abonar en el conocimiento y repudiar la violencia.


¡Súmate a las brigadas alfabetizadoras en Coyoacán! Para mayores informes marca al 56587060

jueves, 22 de julio de 2010

Día 88

Todo comenzó con la extinción de una empresa. Pero más que un trámite administrativo, fue un asalto tan sólo equiparable con las prácticas de los regímenes más despóticos. Luz y Fuerza del Centro desaparecería y con ella más de 40 mil plazas de trabajo. –Que pongan su changarro y acepten la indemnización, aconsejaba el gorila que hoy tenemos como secretario de Trabajo. Pero no contaba con la ejemplar dignidad de los trabajadores aglutinados en el Sindicato Mexicano de Electricistas. Resistir fue su imperativo ético. Y así, sin trabajo ni ingreso, andando a contracorriente en una sociedad a veces indiferente, abrumada con sus problemas cotidianos, y con un gobierno que enaltece la máxima salinista de “ni los veo ni los oigo”, continúa la lucha de los electricistas por la restitución de su trabajo. Es fundamental aclarar esto: no piden más, pero tampoco van a aceptar menos.

Luego vino la solicitud de amparo. A todas luces la extinción contravenía el espíritu de nuestra Constitución. Pero la Suprema Corte de Justicia decidió por unanimidad renunciar a sus funciones de garantizar la legalidad y prefirió ser un vasallo del Poder Ejecutivo.

Es así como el ingeniero Cayetano Cabrera cumple hoy 88 días en ayuno, situación que lo pone al filo de la muerte. Ni siquiera esta protesta extrema ha estremecido a Calderón y a los suyos. ¿Y qué decir sobre los grandes consorcios mediáticos? Para ellos esta huelga es inexistente. Discrepa mucho de la cobertura que ha merecido el ayuno del disidente del régimen cubano, Guillermo Fariñas. Él sí es un héroe, él sí es un mártir y víctima de un “gobierno autoritario”; Él sí merece primeras planas y reportajes especiales. Es ver la paja en el ojo ajeno y caer en la simulación y encubrimiento de nuestra realidad.

Pese a todo, el SME no va a desistir. Hoy su estrategia va encaminada a que se admita que si bien la empresa ya no existe, el servicio no desapareció, y por tanto, las plazas de trabajo tampoco. Hay un patrón sustituto obligado a garantizar la inserción y los derechos laborales de aquéllos que rechazaron la indemnización.

lunes, 12 de julio de 2010

El escritor de la congruencia

El escritor de la congruencia

Alejandro Encinas Nájera

“Cantamos porque llueve sobre el surco

y somos militantes de la vida y

porque no podemos ni queremos

dejar que la canción se haga cenizas”

(Mario Benedetti, Canción Nueva)

I

“El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir”. En 1998 José Saramago pronunció estas palabras ante la academia sueca tras recibir el Premio Nobel de la Literatura. Se refería a su abuelo Jerónimo, el maestro de su vida, el que más intensamente le enseñó el duro oficio de vivir, el “pastor y contador de historias, que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver”. Fue por él que su nieto comenzó a escribir. Transformar personas de carne y hueso en personajes literarios -“con el lápiz siempre cambiante del recuerdo”- fue su modo de rastrear sus orígenes, de salvar del olvido a los muertos que le dieron vida y que lo hicieron el hombre que fue.

El pasado 18 de junio, a sus 87 años, el autor portugués murió en Lanzarote, isla en la que rodeado de un clima de familia y afecto, discurrió la última etapa de su vida. Justo en pleno agotamiento moral de un sistema que articula a personas y naciones a través del egoísmo, y que enaltece la acumulación como vía unívoca a la felicidad, se nos fue un autor prolífico de ideas, un defensor a ultranza de la dignidad humana.

II

Además de haber sido un novelista fuera de serie, Saramago fue, en el más amplio sentido de la palabra, un ciudadano. “Yo no puedo negar que tengo una responsabilidad, como ciudadano, como parte de una sociedad. ¿O acaso lo único que sirve es tener y tener cada vez más? Por favor, recuperemos esta idea de que hay que aprender a vivir juntos”.

Entrado en años, su espíritu combativo lejos de claudicar, se fortalecía. En 2003 se sumó a las protestas en contra de la invasión estadunidense a Irak, a esa incursión que calificó como un capricho belicista de “políticos a quienes les sobra en ambición lo que les va faltando en inteligencia y sensibilidad”. Y bajo el lema de “ellos quieren la guerra, pero nosotros no les vamos a dejar en paz”, veía que el emergente activismo transfronterizo se estaba volviendo la “mosca cojonera del poder”.

Saramago estaba convencido de que los seres humanos somos capaces de lo mejor y de lo peor. Militante de la vida, era feliz solidarizándose con las mejores causas: “Es tiempo de meter mano a la más maravillosa y hermosa de todas las tareas: la incesante construcción de la paz. Pero que esa paz sea la paz de la dignidad y del respeto humano, no la paz de la sumisión y de la humillación (...) Ya es hora de que las razones de la fuerza dejen de prevalecer sobre la fuerza de la razón.”

III

"Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran." Tras sus lentes Saramago observaba con preocupación el deterioro y la deshumanización de la convivencia. Ensayo sobre la ceguera versa sobre una sociedad acechada por una epidemia de ceguera. Resguardados en el fuero del anonimato y la impunidad, se desata una embriaguez de mezquindad y vileza, sale a relucir la parte más oscura de la condición humana. Me temo que los personajes no son tan ficticios y que la parábola no está tan alejada de la realidad.

IV

“Soy un comunista hormonal” –responde. Ante la perplejidad del entrevistador, el autor portugués explica: “Imagínese que hay personas que nacen con ciertas hormonas que las dirigen hacia el comunismo (...) Bien, ahí tiene usted el motivo por el que sigo siendo comunista, por una hormona que me impone una obligación ética.”

José Saramago ingresó al Partido Comunista en tiempos en que era perseguido por la dictadura de Salazar. Presenció el desmoronamiento de los marxismos históricos, el ascenso de la unipolaridad, y la orfandad ideológica de las izquierdas. Era escéptico de prever una revolución en un futuro cercano, pues para hacerla “hay que tener ideas sobre lo que se quiere hacer en el futuro, y ahora, como ya hemos visto, las ideas no sobran”.

Sus convicciones hormonales no le nublaban el panorama: “Las izquierdas son campos en ruinas. Son muchas las crisis en el mundo, pero hay una crisis que es la más grande de todas, que es la crisis de ideas. (...) el fracaso de las izquierdas se ve en lo siguiente: la derecha, cuando por motivos de estrategia política se va al centro, pues no por eso deja de ser derecha. Y no engaña a nadie. Pero cuando la izquierda se va al centro, deja de ser izquierda.”

Desencantado por el desdibujamiento y la pérdida de identidad de los partidos que se asumen de izquierda, e indignado por regímenes comunistas que no respetan ese acto irrenunciable de conciencia que es el disenso, José Saramago cimbró sus esperanzas en la proliferación de pequeños movimientos de resistencia ciudadana que se manifiestan en todo el mundo.

Concluyo

Cuando murió su entrañable amigo, el escritor uruguayo Mario Benedetti, Saramago le dio despedida de la siguiente manera: “Son muchas las razones que nos llevan a la lectura de Bendetti. Tal vez la principal sea que el poeta se ha convertido en voz de su propio pueblo. O sea, en poeta universal.” Pues bien, creo que esas mismas palabras se pueden aplicar para despedirse de José Saramago.

lunes, 7 de junio de 2010

Todo sea por el fútbol

Silbatazo inicial. La agonizante espera de 4 años ha finalizado. La euforia mundialista se ha desatado y no existe fuerza capaz de contenerla. Sudáfrica, un país en el que no hace muchos años la minoría blanca segregaba a la mayoría negra, se ha convertido en la sede de una fiesta en la que confluirán razas, culturas y miles de personas provenientes de todos los rincones del planeta. Y cuando se trata de festejos, los mexicanos le entramos con singular alegría. Nos ubicamos en uno de los tres primeros lugares, no en el ranking de la FIFA, sino en la compra de boletos de avión o paquetes mundialistas. A ojos someros de un extranjero, este dato desecharía la idea de que atravesamos por una severa crisis económica, pero basta escarbar un poco para encontrar las deudas o los créditos que nuestros paisanos viajeros contraerán con tal de saciar su pasión. Todo sea por el fútbol.

Siempre me ha intrigado el fenómeno de que millones depositen sus esperanzas en once individuos con los que no tienen una relación personal y a los que probablemente jamás conocerán. Lo cierto es que dentro de los 90 minutos de juego, el archipiélago de clases sociales, etnias, grupos e ideologías que por convencionalismo solemos llamar México, se condensa. Todo queda en vilo, las calles sin transitar, las oficinas se vacían, olvidamos angustias y preocupaciones cotidianas y nos volcamos, sin escala de por medio, a una cantina o a la casa de un familiar o amigo. A partir de ahí, nuestra concentración se enfocará exclusivamente en el esférico que mueve multitudes, esperando impacientemente que cruce la línea y se incruste en la red del equipo adversario. En ese glorioso momento el anotador se convierte en héroe nacional y más de uno postula al director técnico para presidente.

La selección tricolor no la tiene fácil. Arrancará el 11 de junio a las 9:00 am en el partido inaugural contra el equipo anfitrión. Por si esta adversidad fuera poca cosa, Felipe Calderón ha amenazado con asistir, con lo que se corre el riesgo de que les eche la sal. Además, dentro de su grupo se encuentran Francia y Uruguay, ambos campeones mundialistas. A su favor juega la juventud de los seleccionados: el promedio de edad oscila entre los 26 y 27 años. Algunos de ellos son egresados de aquella selección-cantera que en el año 2005 puso en alto el nombre de México al coronarse en el Mundial sub-17. Ahora tendrán que demostrar que además de garra y tesón han adquirido el nivel de competencia para destacar como pamboleros profesionales.

Ojalá que entre tantos problemas que nos acechan como país, la selección nos regale una serie de triunfos y de actuaciones destacables. No queremos “pan y circo” ni “opio para los pueblos”, sino sólo un formidable pretexto para juntarnos con las personas que más apreciamos, sublevarnos contra nuestras rutinas, divertirnos un rato y disfrutar de un gran espectáculo: el mundial de fútbol.

jueves, 20 de mayo de 2010

La Montaña Roja

Alejandro Encinas Nájera

Situémonos un instante en este escenario: Inicio de la década de los 80s, en pleno corazón de la sierra guerrerense se encuentra uno de los rincones más olvidados del país: Alcozauca. La pobreza y marginación no son barreras para que sus habitantes estén concientes de que el orden prevaleciente no es producto del fatalismo: no hay razón para que la injusticia sea injusta, ni el hambre hambrienta. Un buen día deciden desafiar a la hegemonía del aparato, se organizan y masivamente se vuelcan a las urnas para llevar a un comunista a la alcaldía. Se trata de Abel Salazar, proveniente de una familia que sembró su vocación en la lucha popular. Este profesor rural forma parte de una generación de mujeres y hombres de izquierda que pese a las condiciones asimétricas y fraudulentas ofertadas por el régimen, tomaron la decisión de salir de la clandestinidad y optar por la senda democrática. El cambio de paradigma fue abrupto y a lo sumo cuestionado por otras corrientes de lucha: ya no sería el pueblo armado, sino el pueblo sufragante el sujeto predilecto de la transformación social.

El júbilo de aquellas jornadas pronto se vio empañado por el abrumador peso de la realidad. El gobierno del estado haría todo lo posible por impedir que ese foco rojo se esparciera y tiñera del mismo color al resto de la montaña guerrerense. La estrategia se centró en el boicot y el asilamiento. Cuando recibieron el edificio del ayuntamiento sin muebles ni escritorios, es más, sin bombillas, hecho un desierto, sabían a lo que se enfrentarían. Luego lo corroboraron cuando una comitiva bajó a Chilpancingo a recoger el primer cheque con una insignificante cantidad que no alcanzaba ni para el arranque. Dicen que la gente comenzó a implorar que los antecesores regresaran... pero todo lo que se habían robado. Fue contra viento y marea como se fue gestando una tarea aún inacabada: la autonomía municipal.

Desconozco si en aquel instante los 11 mil pobladores de Alcozauca tenían conocimiento de los alcances de estos acontecimientos. No sólo eligieron al primer presidente municipal comunista en la historia contemporánea de nuestro país, sino que demostraron que con organización popular, al oficialismo se le podía vencer en las urnas. En suma, sentaron un hito que no tardó en rebasar aquellas fronteras. En un corte histórico, 26 años después, en 2007, la izquierda gobernaba a más de 25 millones de mexicanos en seis entidades y en 405 municipios. Sin embargo, este espectacular crecimiento cuantitativo vino acompañado de una contraparte: la pérdida cualitativa. El desdibujamiento ideológico, el pragmatismo oportunista, el rumbo perdido, la desmemoria, el no saberse diferenciar claramente de las otras opciones políticas y la adopción de prácticas corporativistas y clientelares que antaño se combatían, son vicios recurrentemente presentes y que traicionan las causas que han llevado a la izquierda a asumir tareas de gobierno.

La última vez que Abel Salazar asistió a un encuentro con sus compañeros de militancia fue en Cuautla, Morelos pocos días antes de su muerte, acaecida el 29 de abril de 2010. Se vio a un hombre fatigado cuyo cuerpo octagenario había sido invadido por una enfermedad terminal que no le impidió tener la frente en alto e ir flanqueado de su fiel compañera, la dignidad. Cuentan los que estuvieron presentes que su sola entereza cimbró y desencadenó la reflexión: o hay ética en el quehacer político, o se deja de ser de izquierda.

martes, 20 de abril de 2010

100 Años de la UNAM: Mosaico de Presente y de Recuerdos


Los estudiantes de una de las tantas viejas casonas que conformaban la UNAM antes de la construcción de Ciudad Universitaria iban al cine Goya a echar el cachún cachún. En buen castellano, quería decir aprovechar la oscuridad de las butacas para ir a echar el novio. Los años transcurrieron y esa frase que anunciaba la pinta colectiva quedó inmortalizada en una porra que en el presente miles de gargantas entonan al unísono para envidia del enmudecido rival.

A 100 años de su existencia, nuestra Universidad es una construcción permanente, cotidiana y sin punto final. Porque más allá de su espectacular arquitectura y sus amplios espacios verdes, la UNAM la hacen sus trabajadores, estudiantes y profesores con su diaria aportación de energía y talento. Mosaico que hospeda vidas, cultura y expresiones. Murales que recuerdan luchas pasadas e interrogan sobre emancipaciones futuras. La raza cósmica y el espíritu que habla, las delicias culinarias del paseo de la salmonela o los psicotacos, los maestros que te marcan de por vida, los libros que tienen algo que decir, las chelas de rigor para olvidar todo lo aprendido en la semana. Los reconocimientos internacionales pese al estrangulamiento presupuestal y los afanes privatizadores, la Sala Nezahualcoyotl y sus conciertos, el cine, la radio, la novia de los primeros semestres, la novia que nunca tuve, la que siempre anhelé. 2 de octubre no se olvida, los movimientos estudiantiles bautizados como “pseudoestudiantes” por la reacción, la libre cátedra, el espacio escultórico, la pluralidad y su contraparte intolerante. El derrumbe de la megalómana estatua de Miguel Alemán para levantar en su lugar el prohibido prohibir y llevar la imaginación al poder. Las cascaritas en las islas, los conciertos en el campo de base ball, el jardín botánico, el convivir más que competir de los Pumitas. Y finalmente el “Sí, protesto” del día de la titulación, frase con la que se cierra un ciclo para permitir que las generaciones venideras tengan el enorme privilegio de ser universitarios.

Quien conozca la UNAM sabe a lo que me refiero. Y quien no, le recomiendo que se acerque a Ciudad Universitaria, ubicada en pleno corazón coyoacanense, oasis del que emana libertad, cultura y conocimiento.

miércoles, 13 de enero de 2010

Retén

Todo aquél que en estas vacaciones viajó por carretera pudo comprobar la implementación de un descomunal despliegue militar. Los retenes son prueba fehaciente de que en el país se ha ido instaurando ilegalmente un estado de excepción. Bajo la justificación de garantizar la seguridad nacional, a los ciudadanos se les suspenden garantías y se les trata como presuntos delincuentes: somos culpables hasta que demostremos lo contrario.

¿Qué sucedería si una persona se negara a la inspección de sus pertenencias? –preguntamos al militar de mayor rango en un retén. En ese caso –respondió –sería remitido al Ministerio Público más cercano. En otra ocasión cuestionamos a un soldado raso si estaba conciente de que no existe decreto u orden por encima de la Constitución y que con su detención estaba violando varias garantías como la libertad de tránsito. En un inicio se limitó a decir que eran órdenes presidenciales, pero ante nuestra insistencia reconoció que su acto era anticonstitucional. En el siguiente retén coincidieron en que el Ejército debería volver a los cuarteles. Ante la falta de oportunidades, especialmente en las zonas indígenas, para muchos jóvenes no queda de otra que reclutarse. Con suerte, muchos de ellos apenas cruzan los 20 años, pero con arma de alto calibre en mano, disponen quién debe ser revisado.

En definitiva, estos operativos no están cumpliendo su propósito formal: mientras tuercen a chavos por encontrarles un porro, los grandes cargamentos de droga y armas se transportan en aviones y lanchas rápidas. ¿O a poco creen que el jefe de un cartel se va a andar paseando por la carretera México-Cuernavaca? Remitámonos a lo obvio: la guerra en contra del narcotráfico ha sido una formidable excusa para militarizar el país. Es sólo un telón que oculta la verdadera intención: intimidar a la población, infundir miedo para provocar la inacción y disuadir levantamientos. El mensaje es claro: quien se subleve encontrará represión implacable como respuesta.

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