jueves, 1 de marzo de 2012

Alternativas educativas


Alejandro Encinas Nájera

En el último artículo expuse una propuesta que ilustra nítidamente la política de Felipe Calderón en materia educativa. En resumen, a través de su programa de “becas”, al tiempo que desdeña las universidades públicas, pretende transferir la responsabilidad educativa a particulares a través de un negocio triangulado con algunos bancos, en el que los estudiantes terminarán financiando al sector privado mediante la adquisición de créditos educativos que en la mayoría de los casos degenerarán en deudas impagables. Lejos de ser una ocurrencia aislada en su último año de gobierno, se trata de la materialización de una concepción del papel del Estado prescrita por la ortodoxia neoliberal.

Indudablemente, el análisis comparado de las propuestas y políticas públicas que las distintas fuerzas políticas nacionales plantean, contribuye a rebatir la idea de que todos los políticos son iguales y que las ideologías han perecido. También nos ayuda a desmontar el pesimismo propio de quienes sostienen que llegue quien llegue a la presidencia de la República, las cosas seguirán igual o peor.

¿Qué es entonces lo que distingue a la izquierda de la derecha en este tema? Para responder esta pregunta, no basta con enfocarse exclusivamente en las propuestas de Andrés Manuel López Obrador. Han de considerarse, por igual, las acciones emprendidas cuando al bloque progresista le ha correspondido ser gobierno, así como sus planteamientos desde un sector fundamental para los equilibrios políticos y la gobernabilidad en una democracia: la oposición.

El diagnóstico

La educación es, por definición, el gran el homologador social. Es la apuesta que los países con los más elevados niveles de bienestar han suscrito para alcanzar estándares igualitarios entre su población. En contraste, es desalentador observar la cobertura educativa en México: sólo el 81% logra culminar la secundaria y un 62% ingresa a la educación media superior. De éstos, únicamente el 28 % llegará a la educación superior.

Cada año alrededor de 300 mil aspirantes a ingresar a una universidad pública son rechazados. Por ejemplo, en el ciclo escolar 2010-2011, de los 170 mil 558 candidatos a ingresar a la UNAM, sólo 16 mil 170 fueron aceptados. Esto quiere decir que año tras año, al 90 por ciento de los jóvenes aspirantes a cursar una carrera les es negado culminar con su preparación profesional. Responsables de esto han sido los gobiernos incapaces de afrontar la realidad demográfica del país. Así, la intención de una multitud talentosa de jóvenes por formarse y ser productivos en beneficio de la sociedad, es eclipsada por la frustración y la exclusión.

Según cifras oficiales, los despectivamente denominados ninis ya son más de siete millones. Sus alternativas se limitan a la economía informal, la migración y, en las regiones más olvidadas del país, la única oferta disponible es reclutarse en uno de los dos bandos de la llamada guerra “en contra del narco”, la cual en cinco años le ha quitado la vida a más de 60 mil mexicanos.

¿Qué tal si en vez de invertir en armas, el gobierno invirtiera en escuelas? Supongamos que en vez de aniquilar la energía de toda una generación en una guerra que ha causado tanto sufrimiento, le apostamos a la educación. ¿Qué les parece que los jóvenes porten lápices en vez de fusiles? A Calderón parece no interesarle estas ideas surgidas de la lógica elemental. En tanto su gobierno aumentó en 11 por ciento el presupuesto de seguridad para 2012, el de la UNAM tan sólo aumentó en 3.56% y el de las becas PRONABES en 0.07% con respecto a los egresos del año 2011.

Propuestas alternativas

En el Nuevo Proyecto de Nación se asume como “una responsabilidad del Estado la universalización del derecho a la educación en todos los niveles, desde el preescolar hasta la universidad”. Para ello, en este documento el bloque progresista se compromete a asegurar “la gratuidad, disponer de infraestructura y materiales educativos suficientes, pero también, dotar a los estudiantes de los apoyos en transporte, uniforme, alimentos, becas y, en caso necesario, albergues para que ninguna condición económica (...) dificulte el acceso, permanencia y egreso satisfactorio en cada nivel educativo”.

En síntesis, la propuesta central del candidato presidencial del Movimiento Progresista es 100 por ciento de cobertura educativa. Se tiene que hacer valer de una vez por todas el derecho universal a la educación pública, laica, gratuita y de calidad. No es inventar el hilo negro; es cumplir con la responsabilidad del Estado consagrada en el artículo 3ro constitucional. Lo anterior, lejos está de oponerse a la educación privada o pretender asfixiar la iniciativa de los empresarios. Más bien, es una cuestión de justicia distributiva y equidad.

¿Qué ha hecho la izquierda en materia educativa cuando está en el gobierno?

Estos planteamientos seguramente darán pie a que algunos polemicen: propuesta populista, irrealizable, carente de un sustento demostrativo. Frente a tales posturas, una respuesta: es algo que ya se ha hecho.

Cuando López Obrador fue Jefe de Gobierno se crearon 16 preparatorias públicas y la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. En la actualidad, uno de los programas más exitosos del GDF es Prepa Sí. A finales de 2011, más de 550 mil jóvenes habían recibido un apoyo mensual que va de los 500 a los 700 pesos mensuales, según el rendimiento académico del estudiante, sólo por el hecho de estar inscrito en una preparatoria pública. El programa tiene entre sus logros la reducción del 60 por ciento de la deserción escolar. Prepa Sí cumple con el objetivo que se plantea al coadyuvar a que los estudiantes no se vean impedidos a culminar sus estudios del nivel medio- superior por restricciones económicas.

... y lo que se ha logrado desde la oposición

En México no hemos llegado a dimensionar lo fundamental que es contar con oposición, sobre todo en tiempos en los que campea la corrupción, la impunidad y la vocación antipopular de los gobernantes. La oposición, cuando es auténtica, acota los excesos, denuncia los abusos y vigila al gobernante. En la tradición anglosajona a esta contrapartida se le conoce como el gabinete sombra. Sin oposición no hay democracia o, dicho de otro modo, precisamente porque hay oposición es que la democracia cobra sentido.

A la oposición en México le sobran defectos y es muy aplicada en la materia de incongruencias. No obstante, en algunas coyunturas determinantes su influencia ha generado aportes invaluables. Su movilización fue decisiva para impedir que la tentativa calderonista de privatizar el petróleo a lo largo del primer trienio de su administración no prosperara. Y es que 40 centavos de cada peso del gasto público provienen de las rentas del petróleo. Entre otros estragos, la transferencia del petróleo a manos privadas hubiera implicado aniquilar la educación pública.

Por otra parte, hay fervientes opositores a que esta oposición algún día se vuelva gobierno. Su rostro principal es Elba Ester Gordillo, dirigente vitalicia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, quien hoy en día representa el obstáculo más poderoso para reformar el sistema educativo. Diversos estudios académicos han demostrado que en 2006 ella orquestó un operativo electoral. El fin era que por ningún motivo López Obrador llegara a la Presidencia. ¿Por qué? Al menos por dos razones, ambas vinculadas al tema educativo. La primera de ellas es que este candidato se negó a negociar y por lo tanto la maestra sabía que sus privilegios se esfumarían. El segundo motivo es que el bloque progresista es partidario de democratizar los sindicatos respetando plenamente su vida interna. En suma, la estructura autoritaria y corporativa que hoy detenta Gordillo, habría llegado a su fin: se instauraría una nueva era en el magisterio y por tanto, en la educación pública de México.

En conclusión

Al discurso desalentador que fomenta la inmovilización de la ciudadanía porque “todos los políticos son iguales” (no por casualidad promovido hasta el cansancio a través de los grandes consorcios mediáticos), hay que contrarrestarlo con este tipo de ejercicios. Es así como se evidencian las diferencias de forma y de fondo entre las distintas opciones que contienden en este año electoral. El análisis comparado tiene que considerar tanto las acciones del pasado, como las propuestas para el futuro. Frente al discurso hueco, debate; frente a la difamación, información; ante la polarización bélica, concordia y diálogo; ante el marketing y el telepronter, inteligencia e imaginación.