martes, 20 de abril de 2010

100 Años de la UNAM: Mosaico de Presente y de Recuerdos


Los estudiantes de una de las tantas viejas casonas que conformaban la UNAM antes de la construcción de Ciudad Universitaria iban al cine Goya a echar el cachún cachún. En buen castellano, quería decir aprovechar la oscuridad de las butacas para ir a echar el novio. Los años transcurrieron y esa frase que anunciaba la pinta colectiva quedó inmortalizada en una porra que en el presente miles de gargantas entonan al unísono para envidia del enmudecido rival.

A 100 años de su existencia, nuestra Universidad es una construcción permanente, cotidiana y sin punto final. Porque más allá de su espectacular arquitectura y sus amplios espacios verdes, la UNAM la hacen sus trabajadores, estudiantes y profesores con su diaria aportación de energía y talento. Mosaico que hospeda vidas, cultura y expresiones. Murales que recuerdan luchas pasadas e interrogan sobre emancipaciones futuras. La raza cósmica y el espíritu que habla, las delicias culinarias del paseo de la salmonela o los psicotacos, los maestros que te marcan de por vida, los libros que tienen algo que decir, las chelas de rigor para olvidar todo lo aprendido en la semana. Los reconocimientos internacionales pese al estrangulamiento presupuestal y los afanes privatizadores, la Sala Nezahualcoyotl y sus conciertos, el cine, la radio, la novia de los primeros semestres, la novia que nunca tuve, la que siempre anhelé. 2 de octubre no se olvida, los movimientos estudiantiles bautizados como “pseudoestudiantes” por la reacción, la libre cátedra, el espacio escultórico, la pluralidad y su contraparte intolerante. El derrumbe de la megalómana estatua de Miguel Alemán para levantar en su lugar el prohibido prohibir y llevar la imaginación al poder. Las cascaritas en las islas, los conciertos en el campo de base ball, el jardín botánico, el convivir más que competir de los Pumitas. Y finalmente el “Sí, protesto” del día de la titulación, frase con la que se cierra un ciclo para permitir que las generaciones venideras tengan el enorme privilegio de ser universitarios.

Quien conozca la UNAM sabe a lo que me refiero. Y quien no, le recomiendo que se acerque a Ciudad Universitaria, ubicada en pleno corazón coyoacanense, oasis del que emana libertad, cultura y conocimiento.