miércoles, 16 de diciembre de 2009

Las Filípicas

El paquete de reformas al sistema político y al equilibrio entre los poderes del Estado anunciado por Felipe Calderón es su reconocimiento tácito del agotamiento de la representación política y la confesión de su temor al fatalismo histórico que representa el 2010. Con esta acción busca suministrar oxígeno a un sistema moribundo que cada vez genera mayor rechazo por parte de la ciudadanía. Son respuestas estéticas ante problemas complejos y enraizados; una más de las tantas simulaciones para distensar la crispación social. Hay que tener en cuenta que toda modificación a una ley, en especial en materia electoral, es, por definición, parcial y subjetiva, ya que favorece a unos y perjudica a otros, alienta ciertas conductas y desincentiva otras. Veamos:

Calderón plantea la reelección legislativa consecutiva hasta por 12 años, como si ésta fuera la solución definitiva para acabar con el abismo que separa a la clase política de la sociedad. Esto es demagogia. Bajo supuestos de gobernabilidad y ahorro, propone reducir el número de curules, medida que en realidad provocaría una sobrerepresentación de las mayorías y una subrepresentación de las minorías. Otra demagogia. Impulsa incrementar de 2 a 4 el porcentaje de votos requeridos para que los partidos mantengan su registro y gocen de prerrogativas. Esto va con dedicatoria a AMLO, pues PT y Convergencia desaparecerían. Más demagogia. Quiere que en la elección del presidente se requiera mayoría absoluta para tener un ganador, lo cual conduciría a una segunda vuelta en la que PAN y PRI, como suelen hacerlo, se aliarían para conservarse en el poder. Esta medida anularía la llegada de un gobierno de izquierda. Demagogia pura.

Extraña que bajo este “espíritu democratizador”, a Calderón se le haya olvidado proponer la revocación del mandato, una medida que en verdad sometería a los gobernantes a una rendición de cuentas. Pero él vela por sus intereses: si ésta tuviera vigencia, hoy le estaríamos cantando “Las Golondrinas”.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Lumpen

El conflicto en Iztapalapa ha desatado la ambición de la derecha y sus aliados resentidos, que con morboso placer alientan un clima de ingobernabilidad e irritación social. Ante estos acontecimientos, es fundamental aclarar lo siguiente:

1. Que la actual tragicomedia protagonizada por Juanito en nada desvirtúa la insurgencia electoral de los iztapalapenses. Atendamos a esto que la mayoría de los medios está empecinado en ocultar a través de dirigir todos los reflectores hacia un hombre que pudo haber sido recordado como un compañero solidario que supo leer su lugar en la coyuntura, pero que, cegado por su ambición, prefirió asumir el papel de bufón de la derecha. Para la corriente marxista, el lumpen se caracteriza por carecer de conciencia política y ser susceptible de servir de punto de apoyo a la burguesía. En los diccionarios, a lado de su definición, debería estar la foto de Juanito.

2. El 5 de julio de 2009, en esta delegación se sentó un hito en la historia de las elecciones en México. Al asestarle una lección fulminante a un Tribunal Electoral corrompido y escaso de legitimidad, quedó demostrado que cuando la ciudadanía se informa, organiza y participa, no hay margen para que una autoridad imponga una resolución sesgada e injusta.

3. En esta espiral han desfilado traiciones, locuras desenfrenadas e inconsistencias ideológicas. El PAN, que está detrás de todo esto, quiere dañar a sus oponentes sin importar que su irresponsabilidad propague lumbre sobre hierba seca. Es reprobable que la decisión de los iztapalapenses sea irrelevante para aquéllos que sólo piensan en llevar agua para su molino. Ahora que Juanito ya renunció como delegado, la Asamblea, con incidencia del jefe de Gobierno, designará a su sustituto. La única elección aceptable, es la restauración de Clara Brugada, porque así lo ordenan las urnas.
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jueves, 3 de diciembre de 2009

Periodismo en resistencia

I. En un contexto como en el que vivimos, de decadencia de la vida pública y de dramática desigualdad e injusticia, resistir, más allá de ser un derecho, es una obligación ética. La prensa es una trinchera indispensable.

II. En México, al mayoritario periodismo de consigna, adscrito incondicionalmente al régimen, rendido a sus dádivas, se le contrapone uno que compensa su escasez con su valentía. Me refiero a esas voces que no ceden ante las presiones del poder. En un país secuestrado por la violencia, la libertad de expresión es un ejercicio de alto riesgo. En estados dominados por cacicazgos o poderes fácticos, la denuncia pública es castigada con la muerte. En lo que va del año, 9 comunicadores han sido asesinados, ubicando a México en una situación tan sólo equiparable a la de países como Somalia o Irak, éste último, en plena ocupación militar estadunidense.

III. Recientemente me reencontré con La Resistencia, un libro imprescindible y de una tremenda sabiduría, escrito por Ernesto Sabato en el último tramo de su vida. En él nos recuerda una de las máximas aspiraciónes de Gandhi: "La verdadera libertad no vendrá de la toma de poder por parte de algunos, sino del poder que todos tendrán algún día de oponerse a los abusos de la autoridad. La libertad personal llegará inculcando a las multitudes la convicción de que tienen la posibilidad de controlar el ejercicio de la autoridad y hacerse respetar." Más adelante, el autor argentino remata: "Ésta es una gran tarea para quienes trabajan en la radio, en la televisión o escriben en los diarios; una verdadera gesta que puede llevarse a cabo si es auténtico el dolor que sentimos por el sufrimiento de los demás."

IV. Así como hay un periodismo que enajena, miente y subestima la inteligencia de las personas, hay otro que es capaz de despertar conciencias e imaginar nuevos horizontes. Éste es el que vale la pena.

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martes, 1 de diciembre de 2009

Radio para todos

El Martes 24 de noviembre el programa de radio La Netáfora ofreció su última emisión. Seguramente la mayoría de ustedes nunca lo escucharon, pues se transmitía en una estación pequeña de AM. Bajo el slogan “porque pensar distinto se vale”, jóvenes analistas políticos, casi todos egresados de la UNAM, a lo largo de poco más de un año intentamos inyectar pluralidad a un espectro mediático hegemonizado por la derecha. Luego las presiones llegaron. Eran predecibles: la tensión entre el interés periodístico y el empresarial irrumpió en la escena. A fin de cuentas, casi todas las emisoras de radio son empresas. Como tales, persiguen el lucro. ¿Quién querría patrocinar nuestra constante denuncia a la evasión y los privilegios de las compañías? ¿Acaso el gobierno federal, principal patrocinador de la radio en el país, nos mantendría al aire, cuando sistemáticamente lo criticábamos y sustentábamos su ilegitimidad de origen? En la radio mexicana hay libertad de expresión en tanto encuentres quién te la patrocine.

Por coincidencia, el Domingo pasado me topé con una película que aclaró mis perspectivas. The Boat That Rocked, estelarizada por el magnífico Philip Seymour Hoffman, nos remonta a la Inglaterra de 1966, época del auge de las radios piratas que transmitían 24 horas continuas de rock, y que llegaron a tener, según la película, alrededor de 20 millones de radioescuchas. Desde luego, los lores no entendían ni estaban dispuestos a entender el movimiento cultural que emergía de la juventud. Y desde el poder, lo que no se entiende, se teme y se reprime.

Tal suerte han corrido las radios comunitarias en México. Basta recordar que en la zona trique de Oaxaca, dos locutoras del programa La Voz que Rompe el Silencio, que se encargaban de denunciar la violencia de género, fueron asesinadas. Con su lucha demostraron que no hay impedimento tecnológico para darle voz a una infinidad de posturas. ¿Qué esperamos para exigir radio para todos?
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