miércoles, 20 de junio de 2012

¿Haiga de ser como haiga de ser?



Alejandro Encinas Nájera


Comienzo lanzando una pregunta al sentido común. Suponiendo que es cierta la encuesta del Excélsior que ubica a López Obrador en tercer lugar, o la de Milenio –la cual al paso que va, culminará dándole 103 puntos porcentuales a Peña Nieto–, ¿no es curioso que la guerra sucia del PRI y del PAN se dirija hacia el candidato menos competitivo? ¿No sería “pasarse de lanza”, o bien, actuar con rudeza innecesaria?

Un temor recorre los cuartos de guerra de Peña Nieto y Vázquez Mota. La opción progresista ha encendido focos rojos. Por más que ciertas encuestas coloquen a Andrés Manuel en tercer lugar, la estrategia de ambos candidatos conservadores los delata: es evidente que es el rival a vencer.

El ejemplo más contundente del empleo de la guerra sucia lo ofrece un spot cuya responsabilidad recae en los candidatos a diputados y senadores del PAN (ver en: http://youtu.be/n-EzIc4TJXE). Haciendo uso de una manipulación insultante a la inteligencia de los electores, el spot extrae y descontextualiza un fragmento de un discurso de López Obrador pronunciado en Tlatelolco: “la vía armada una posibilidad para lograr la transformación de los pueblos”. A continuación la frase completa: “(...) a quienes piensan que la vía armada es una posibilidad para lograr la transformación de los pueblos. Pero aquí quiero dejar de manifiesto, que con todo respeto a quienes piensan de esa manera, nosotros sostenemos de que vamos a luchar siempre por la vía pacífica y por la vía electoral”. Como aquí se constata, el candidato de las izquierdas planteó precisamente lo contrario a la vía armada.

En toda democracia es necesario el contraste. Por esta razón, la crítica y el argumento que cuestiona o que acusa con fundamento, no han de tomarse como guerra sucia. Más bien, este término se refiere al empleo de la calumnia, la difamación o la distorsión informativa, como elementos para inhibir la intención de voto hacia alguno de los contendientes. La guerra sucia no le habla a la inteligencia; se dirige a la dimensión emotiva de las personas para despertar pulsiones de odio o miedo. En la guerra sucia no hay lugar al debate y la interpelación; el adversario se torna enemigo, sus argumentos no se oyen, y se le habrá de vencer haiga sido como haiga sido.

Pareciera que la herida que se abrió tras la polarización electoral de 2006 no dejó moraleja alguna entre quienes mandan en este país. Los círculos más poderosos aún temen una decisión democrática y buscan disuadir a los ciudadanos de tomar una elección desde su libertad de conciencia. Como apunta el profesor del Colmex, Lorenzo Meyer, la guerra sucia sigue un patrón: el temor provoca que se dirija la atención colectiva a la supuesta amenaza y debilita la capacidad del individuo a razonar y asimilar la información. El individuo pierde tolerancia, se sustenta en estereotipos y desarrolla animadversión a todo aquello que le es diferente. El discurso del miedo apela a las emociones negativas y los temores para ahogar los argumentos de una izquierda que se afirma como oposición institucional, pacífica y constructiva. Una izquierda que por cierto, este año ha lanzado un llamado urgente a la reconciliación nacional.

Lo más deplorable es la falta de imaginación y originalidad de quienes auspician la guerra sucia. Reciclan y vuelven estribillo los absurdos que se invocaban hace seis años. Su argumentación comienza esgrimiendo que el arribo de una alternativa distinta representa un peligro para la estabilidad política y la economía nacional. Se perderían empleos, se devaluaría la moneda, se incrementaría la deuda y serían ahuyentadas las inversiones. Se tilda al adversario como autoritario, populista, demagogo, mesiánico, irresponsable e irracional. Para evitar el descalabro nacional, la única alternativa disponible es ratificar el actual modelo económico de privilegios para una minoría y cargas para la inmensa mayoría.

La derecha está preocupada por el súbito repunte de AMLO. Para detenerlo, lanzan una proclama: ¡que cunda el pánico! La conducta que recurrentemente adoptan las fuerzas conservadoras resulta paradójica si no es que esquizofrénica: llaman a defender las instituciones de la democracia, al tiempo que con sus acciones minan su institucionalidad y el carácter democrático de la contienda.

La reacción virulenta del PRI en contra del movimiento universitario #YoSoy132, es prueba fehaciente de cómo pese a que el país ha cambiado, el PRI permanece petrificado en el siglo pasado. Siguen empleando una añeja estrategia para desarticular movimientos sociales, la cual puede sintetizarse en tres puntos:

1) Difamar, denigrar.- Así como en el 68 Díaz Ordaz acusaba que detrás de los estudiantes se incubaba una conspiración del bloque comunista cuyo propósito era ganar terreno en la Guerra Fría y desbancar al gobierno nacionalista y revolucionario, hoy el priísmo tiende a poner en entredicho la libertad de conciencia de quienes participan en el #YoSoy132 y la inmensa pluralidad ideológica que se alberga en su seno. Pretenden generar una percepción en la opinión pública basada en que detrás de este movimiento están sus rivales electorales. En tal intento, irónicamente han caído en el ridículo.
2) Infiltrar, reventar.- Cuando la primera acción no prospera, se pasa a infiltrar el movimiento para generar divisiones internas e incitar conatos de violencia, con lo cual se pretende que la sociedad civil les retire su apoyo y pasen a ser un movimiento marginal de “rijosos”, “violentos”, “intolerantes que no respetan las instituciones”, “ninis”, “rebeldes sin causa” y demás atributos heredados del lenguaje macartista. Es entonces cuando se hace un llamado a la autoridad para restablecer “el orden”.
3) Hostigar, intimidar.- Finalmente, cuando ninguna de las acciones anteriores prospera, se pasa a la agresión física y verbal. Haciendo uso de la violencia, se pretende disuadir la participación, atomizarla, que cada quien se vaya por donde vino. Los acarreados del PRI en el Estado Azteca, que entraron con cortesías, nos recuerdan a los peores tiempos del porrismo. Las agresiones físicas a miembros del #YoSoy132 en diversas partes del país, pretenden paralizar la movilización universitaria que puso en entredicho el triunfo de Enrique Peña Nieto.

Acierta Meyer cuando señala que “la desintegración de una forma autoritaria de control inevitablemente produce reacciones de miedo entre las élites que hasta entonces se habían beneficiado de ese modo no democrático de gobernar.” Hoy que el PRI ya no la tiene segura, muchos de los compromisos están en riesgo de no cumplirse. Y no me refiero a los que Peña Nieto prometió a la ciudadanía y firmó con notario presente, sino a aquéllos que en verdad le pesan: los de sus socios, inversionistas y patrocinadores. ¿Estarán contemplando los abogados de Peña Nieto demandar a Televisa por incumplimiento de contrato y viceversa?

Como se ha constatado en los párrafos anteriores, hay quienes esparcen miedo porque tienen miedo a una decisión democrática. Pese a todo, se acerca la hora de las urnas. El llamado es a votar desde la libertad de conciencia, sin miedo, con decisión e información. El llamado es a amarrarle las manos a los mapaches electorales, a sonreír porque vamos a defender el voto, a rechazar que los partidos lucren electoralmente con la pobreza y las necesidades apremiantes de amplísimas franjas de la población. El llamado es a que sea el voto de los ciudadanos –y sólo el voto de los ciudadanos– el factor que elija a los futuros representantes populares. El llamado es a seguir el ejemplo de las juventudes que despertaron colectivamente de un letargo que duró décadas. Ha llegado la hora de que la ciudadanía cambie el curso de nuestra historia.

El segundo debate



Alejandro Encinas Nájera

Sin sorpresas ni sobresaltos transcurrió el segundo debate presidencial. Para estos momentos ha quedado claro quién es quién y qué intereses y sectores de la sociedad representa cada uno de los contendientes. Estamos en el último tramo de estas campañas. Se acerca la cita con las urnas. Quedan poco más de dos semanas para cambiar el destino del país durante los próximos seis años. Ha llegado la hora de que los indecisos hagan sentir su presencia y marquen una irreversible tendencia electoral de cambio.

Los debates, como los partidos de fútbol, son un excelente pretexto para reunirse con familiares, amigos o incluso congregarse masivamente en alguna plaza pública y luego ir a festejar el triunfo al Ángel. Se viven quizás con la misma intensidad, con porras y abucheos, con polémicas y golpes bajos. Así como todo mexicano se vuelve un entrenador cuando juega su equipo favorito –sugiriendo cambios, tácticas y alineaciones–, también sale a relucir el asesor político que lleva adentro en el momento en que su candidato se enfrenta a la hora decisiva del debate. –¿Por qué AMLO no fue a la ofensiva? –Quadri debió haber dicho esto. –Josefina se vio desesperada. –Y Peña Nieto... a ese sí ni cómo ayudarle.

El formato del debate no fue tan acartonado como en ocasiones anteriores. En eso ayudó la moderación de Javier Solórzano, quien le inyectó frescura y dinamismo. Analizar el desempeño de los candidatos merece un punto y aparte.

Josefina. Según algunos sondeos, esta candidata se llevó la noche. Es curiosa la evaluación de la opinión pública. Si el candidato ataca, lo suelen tachar de rijoso y poco propositivo. Si no ataca, le recriminan no haber sacado los trapitos al sol y haberse visto muy light. Vázquez Mota optó por ir a la ofensiva. Mejoró mucho en cuanto al primer debate, pero cometió el error de dedicarle mucho tiempo a Quadri. Tanto se enfrascó con el pupilo de la maestra Gordillo, que hizo parecer que la disputa era por conservar el tercer lugar. Se le agradece, porque alguien se lo tenía que decir. Y lo puso en su lugar.

Por otro lado, llama la atención que su condición de mujer sea lo mejor que tenga que ofrecer. A ese inadmisible esencialismo hay que responderle que no basta con ser mujer, también hay que pensar como tal. De nada sirve para las mujeres que otras mujeres lleguen a espacios de decisión, si siguen reproduciendo los esquemas y las prácticas de dominación patriarcal. Y según sus spots, esta candidata tiene “los pantalones bien puestos”, frase acuñada desde el machismo más conservador. En cambio, desde la izquierda y el progresismo, todo hombre es un feminista consciente de que cuando una mujer avanza, no hay hombre que retroceda.

Gabriel. Las modas son pasajeras y perecen. Quadri no fue la excepción. En el primer debate  impactó por su capacidad retórica y por promover la falsa y populista dicotomía ciudadanos vs políticos. Para el segundo debate no ofreció nada nuevo, y cansó. En principio, ya se constató que éste no es un “candidato ciudadano” puro e inmaculado, sino un mercenario a sueldo cuya tarea es asegurar el registro –y con ello el presupuesto público– para el partido de Elba Ester Gordillo. Mucho cuidado hay que tener con aquéllos que pretenden lucrar políticamente denostando a la política. Este comportamiento antipolítico ha conducido a nocivos procesos que han llevado al poder a personajes como Fujimori en Perú o Berlusconi en Italia, ambos falsos outsiders. Al trillado discurso de la antipolítica pregonado desde el neoliberalismo, le ha de suceder una réplica: que como ciudadanos, la política y por ende la polis nos son consustanciales. No se trata de renunciar a lo público delegando tales decisiones a las fuerzas del mercado, sino por el contrario, reapropiarnos de ello, y desde ahí repensar y replantear una nueva forma de hacer política en cuyo núcleo resida la ética democrática.

Enrique. Si de algo se salvó Peña Nieto en ambos debates, es que nadie lo noqueó. Un candidato con pies y cuerpo de barro, es a lo sumo propenso a destrozarse ante los ataques de sus adversarios. Pero nadie en el debate dijo algo que no se supiera. A lo mucho, lo que pocos enterados sabían, ahora se expuso en cadena nacional. Pero a decir verdad, de los dos debates Peña Nieto salió bien librado. No fueron sus adversarios partidistas; fueron los universitarios, las inmensas marchas convocadas en su contra y el despertar colectivo, lo que está provocando la caída estrepitosa de quien hasta hace unas semanas se creía el próximo presidente. Así asistimos a un segundo debate en el que Peña Nieto se sintió arrinconado, presionado desde todos los frentes, tanto por sus socios e inversionistas, como por sus detractores. Ha tenido que hablar de democracia. Tantas veces la evoca que pareciera que la niega, la repele. Le sienta bien el dicho popular “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”.

Andrés Manuel. Quien ha sido tantas veces señalado como rijoso e intolerante, no atacó en ninguna ocasión. Es más, el centro de su mensaje fue la reconciliación nacional. Su núcleo duro le reclamó no haber desenmascarado a Peña Nieto, contando con tantos elementos coyunturales y  contundentes como las revelaciones del periódico británico The Guardian en torno a la alianza de Peña Nieto con Televisa, o los actos de porrismo y acarreo perpetrados en el Estadio Azteca en contra de los estudiantes. Pero López Obrador prefirió en esta ocasión dirigirse a quienes se tenía que dirigir: a los indecisos, a quienes en este último tramo van a inclinar el fiel de la balanza. También hizo un llamado al voto útil, es decir, a los panistas y priístas de abajo que han sido igualmente perjudicados por la rapacería de los gobiernos neoliberales. Se le vio fresco, tranquilo y con mayor fluidez que en el primer debate.

Recapitulando, dime qué estrategia sigues y te diré en qué lugar estás. Quadri no tiene nada que perder y todo por ganar: cuarto lugar. Josefina pretende despedirse de manera decorosa de la contienda: tercer lugar. AMLO y Peña Nieto, cautelosos, reservados, sin tomar grandes riesgos, están en la disputa por la Presidencia. Las opciones están sobre la mesa: o regresión autoritaria y nostalgia por los tiempos del partido hegemónico, o darle la oportunidad a la izquierda para mostrar de qué está hecha, para replicar políticas exitosas que han potenciado las economías y la equidad en países como Brasil y sobre todo, para demostrar que en nuestra democracia no hay veto, exclusión y selectividad, y con ello dar por culminada nuestra transición y enfocarnos de una vez por todas en su consolidación.



sábado, 9 de junio de 2012

¡Gracias Peña Nieto!

Alejandro Encinas Nájera ¿Ya les conté la buena nueva? Enrique Peña Nieto no va a ser presidente. Se ha derrumbado el mito. Ese mito según el cual su triunfo era inevitable y las elecciones un mero trámite o ritual legitimador con ganadores y perdedores predeterminados. Ellos creían que 2012 sería un apacible día de campo, pero hoy, al igual que Yuri, maldicen la llegada de “La maldita primavera”. Hoy vemos a muchos priístas que hasta hace unos días sonreían arrogantemente, postrados e incapaces de comprender las irrupciones de ciudadanía por doquier. La disputa por la Presidencia va en serio. ¿Pueden imaginar cuántos poderosísimos intereses, inversiones, negocios y dádivas están en riesgo ante la eventual derrota de Peña Nieto? Eso explica su nerviosismo y, por ende, la larga serie de errores garrafales que esta coalición de intereses ha cometido en las últimas semanas. El dinosaurio está herido. Y cuando lo hieren, da coletazos muy fuertes. Ha arrancado la reedición de la guerra sucia en contra de López Obrador. Saben que caballo que alcanza, gana. Y en la última recta el tabasqueño les viene pisando los talones. Vendrán semanas muy duras, de muchos ataques y golpes bajos. Pero el contexto es totalmente distinto al de 2006: López Obrador y su equipo ya aprendieron que no hay que desestimar los ataques, difamaciones y calumnias, sino que deben ser respondidos puntual y categóricamente. Más importante aún es el papel que ahora juegan miles de mexicanos a través de las redes sociales, constituyéndose como un vital contrapeso a la monopolización de la información por parte de dos consorcios mediáticos. A estas alturas del partido, la competencia se ha cerrado a dos: López Obrador y Enrique Peña Nieto. Es acertado vaticinar en el comportamiento de los electores una proclividad al voto útil. Según una encuesta publicada en Reforma, si la elección sólo fuera entre estos dos candidatos (como en los hechos lo es), el 46% de los seguidores de la rezagada Josefina Vázquez Mota favorecería con su voto a Andrés Manuel López Obrador. De ahí la notoria desesperación de Peña Nieto, quien en últimas fechas se ha dedicado a recibir en sus filas supuestos refuerzos que requieren de oxígeno para sobrevivir. Me refiero a personajes de lo más variopintos como Vicente Fox, Manuel Espino, Rosario Robles, Ruth Zavaleta, Lía Limón, René Arce y otros tantos de cuyo nombre prefiero no acordarme. En la coalición de intereses que postula a Peña Nieto todos caben: desde la extrema derecha, hasta políticos provenientes de la militancia izquierdista completamente desacreditados. ¿A qué se debe todo esto? ¿Qué es lo que está pasando? México está despertando. En efecto, se sacudieron fibras sensibles en el momento en que los universitarios tomaron las riendas del proceso político. Por paradójico que pueda llegar a sonar, las emocionantes jornadas democráticas que han estremecido al país en las últimas semanas se las debemos en gran medida a Peña Nieto, a los poderes fácticos y al PRI. El despertar fue una reacción colectiva ante afrentas y burlas desmedidas. Por eso hay que agradecerles. Gracias Enrique, porque por tus excesos, frivolidad, desplantes autoritarios y miopía para comprender las nuevas realidades, infundiste motivos para que la indignación atomizada comenzara a articularse. Gracias Televisa y Tv Azteca por haberse excedido en su soberbia y arrogancia, pensando que los mexicanos íbamos a comprarles su tv novela. Gracias también a Carlos Salinas y compañía, por equivocarse en su cálculo y en vez de postular a un egresado de Harvard, adoctrinado en el neoliberalismo y servil a agendas políticas ajenas, nombraron a alguien con las mismas creencias pero muy corto en su preparación: a un producto de la mercadotecnia con pies de barro que no ha sido capaz de hilar dos ideas coherentes fuera del script. Hay que agradecer también a Elba Ester Gordillo por su apoyo descarado al ex gobernador mexiquense. Gracias a los políticos del viejo régimen, porque si acaso existía el riesgo de que se desinflaran la movilizaciones, ellos obsequiaron declaraciones que infundieron nuevos motivos para seguir en pie de lucha. Gracias Niño Verde porque al calificar a los participantes del #YoSoy132 como ninis, nos dibujaste una radiografía precisa de toda una concepción política y social que profesan tus aliados. Y por sobre todas las cosas, gracias Vicente Fox por ser como eres.

La vocación internacionalista de la izquierda

Alejandro Encinas Nájera La izquierda reivindica su vocación internacionalista porque es humanista y sostiene que toda vida, independientemente de las coordenadas en las que se desenvuelva, tiene el mismo valor y la misma dignidad. En otras palabras, ser de izquierdas implica solidarizarse con quienes resisten en cualquier parte del planeta. Estas luchas se entrecruzan, son paralelas, se hermanan. Lo mismo hay que alzar un grito demandando paz justa en el Medio Oriente, que demandando comicios libres en Egipto o en Bielorrusia; tan importante es preocuparse por el crecimiento dramático de la extrema derecha en Europa, que por la persistencia del olvido por parte de la comunidad internacional a aquéllos que viven bajo un sol desértico en los campos de refugiados saharauis. Por más distante que se encuentre geográficamente, no nos es ajena la sistemática violación de derechos humanos por parte de una dictadura militar en Burma, como tampoco lo fue el repudio cuando cerca de nuestro país, en Honduras, un golpe de Estado derrocó a un presidente democráticamente electo. Y también hay que celebrar nuestros triunfos. La ola que pintó de distintos matices de izquierda la región latinoamericana nos entusiasma al igual que el reciente triunfo de Hollande en Francia. Tan hermanados y mutuamente influyentes son estos procesos, que los claveles del lejano Túnez acaban de desembarcar en México. La izquierda en el ámbito internacional debe estar guiada por el principio de la solidaridad e integración de los pueblos y luchar en contra de toda política neocolonialista. Por si esta postura ética por sí sola no fuera razón suficiente, hay que reparar en que la globalización ha replanteado la geometría del poder. Los Estados han desarrollado un elevado nivel de interdependencia y los pueblos cada vez se encuentran más interconectados entre sí. Prueba de ello fue la crisis hipotecaria de 2009, originada en EUA, pero que causó los mismos o peores estragos del otro lado del mundo. Autores como Habermas refieren que la globalización ha traído como resultado una constelación posnacional. Hoy es más claro que nunca que el destino político de los pueblos y comunidades ya no pueden ser entendidos en términos nacionales exclusivamente. Desde que los riesgos globales son indivisibles, los destinos colectivos se hallan estrechamente conectados. La conciencia global se ha desarrollado bajo el reconocimiento de que somos interdependientes, pues nos enfrentamos a riesgos compartidos. Temas como el SIDA, el flujo de los recursos financieros, el tráfico de drogas, la internacionalización del crimen, la guerra, la seguridad internacional, los problemas ambientales contemporáneos y la migración, están provocando que el poder político efectivo trascienda las fronteras nacionales y sea compartido por diversas fuerzas regionales e internacionales. La izquierda debe plantear con mucha imaginación y vocación innovadora los entramados institucionales para hacer frente a los desafíos actuales. De no ser así, prevalecerán los poderes trasnacionales que se desplazan libremente a través de las fronteras del Estado-Nación causando estragos tras su paso. Son los poderes financieros y económicos –bancos y grandes corporaciones– quienes están determinando el tipo de integración en curso y el papel que le corresponde jugar a cada una de las regiones. Estos poderes, en vez de plantear soluciones concertadas a nivel global, están agravando la situación debido a su ambición insaciable. A tal punto se ha llegado, que hoy, ante los riesgos del cambio climático y los elevados niveles de pobreza, se habla de una crisis civilizatoria. Ante poderes trasnacionales que pregonan por un neoliberalismo a escala mundial, es necesario un contrapoder igualmente trasnacional. Hoy toda lucha de izquierda que se concentre exclusivamente dentro de las fronteras del Estado-Nación, es insuficiente si no es que está condenada al fracaso. En otras palabras, para enfrentar a los poderes globales, hay que internacionalizar las resistencias. La izquierda ha de articularse para otorgar a la globalización otro rostro. Si hoy las fuerzas que están detrás de este proceso son económicas, la izquierda debe recuperar la política y lo público. Hay que superar ese grave desfase entre una democracia que aún se encuentra confinada en los estados, mientras que las fuerzas sociopolíticas más poderosas escapan del control de tales unidades. Hay que destacar otra razón para refrendar la vocación internacionalista de la izquierda. Los poderes económicos, financieros y la derecha en general, funcionan de manera cohesionada, compacta y homogénea. Si encuentran a la izquierda fragmentada y aislada, no encontrarán obstáculo para implantar su proyecto. De ahí parte la importancia de fortalecer organizaciones como la Unión de Juventudes de la Internacional Socialista. Se trata de la organización juvenil más grande del mundo, pues aglutina a 150 organizaciones políticas de corte socialista, socialdemócrata y laborista de más de 100 países. Hoy es una organización de organizaciones hermanas. Quizás nadie mejor que el Che Guevara haya logrado cristalizar en una sola frase toda una concepción del papel de la izquierda en el mundo: “No somos amigos, no somos familiares, ni siquiera nos conocemos pero si a usted como a mí le indigna cualquier acto de injusticia que se comete en el mundo, entonces seremos compañeros.”