lunes, 7 de junio de 2010

Todo sea por el fútbol

Silbatazo inicial. La agonizante espera de 4 años ha finalizado. La euforia mundialista se ha desatado y no existe fuerza capaz de contenerla. Sudáfrica, un país en el que no hace muchos años la minoría blanca segregaba a la mayoría negra, se ha convertido en la sede de una fiesta en la que confluirán razas, culturas y miles de personas provenientes de todos los rincones del planeta. Y cuando se trata de festejos, los mexicanos le entramos con singular alegría. Nos ubicamos en uno de los tres primeros lugares, no en el ranking de la FIFA, sino en la compra de boletos de avión o paquetes mundialistas. A ojos someros de un extranjero, este dato desecharía la idea de que atravesamos por una severa crisis económica, pero basta escarbar un poco para encontrar las deudas o los créditos que nuestros paisanos viajeros contraerán con tal de saciar su pasión. Todo sea por el fútbol.

Siempre me ha intrigado el fenómeno de que millones depositen sus esperanzas en once individuos con los que no tienen una relación personal y a los que probablemente jamás conocerán. Lo cierto es que dentro de los 90 minutos de juego, el archipiélago de clases sociales, etnias, grupos e ideologías que por convencionalismo solemos llamar México, se condensa. Todo queda en vilo, las calles sin transitar, las oficinas se vacían, olvidamos angustias y preocupaciones cotidianas y nos volcamos, sin escala de por medio, a una cantina o a la casa de un familiar o amigo. A partir de ahí, nuestra concentración se enfocará exclusivamente en el esférico que mueve multitudes, esperando impacientemente que cruce la línea y se incruste en la red del equipo adversario. En ese glorioso momento el anotador se convierte en héroe nacional y más de uno postula al director técnico para presidente.

La selección tricolor no la tiene fácil. Arrancará el 11 de junio a las 9:00 am en el partido inaugural contra el equipo anfitrión. Por si esta adversidad fuera poca cosa, Felipe Calderón ha amenazado con asistir, con lo que se corre el riesgo de que les eche la sal. Además, dentro de su grupo se encuentran Francia y Uruguay, ambos campeones mundialistas. A su favor juega la juventud de los seleccionados: el promedio de edad oscila entre los 26 y 27 años. Algunos de ellos son egresados de aquella selección-cantera que en el año 2005 puso en alto el nombre de México al coronarse en el Mundial sub-17. Ahora tendrán que demostrar que además de garra y tesón han adquirido el nivel de competencia para destacar como pamboleros profesionales.

Ojalá que entre tantos problemas que nos acechan como país, la selección nos regale una serie de triunfos y de actuaciones destacables. No queremos “pan y circo” ni “opio para los pueblos”, sino sólo un formidable pretexto para juntarnos con las personas que más apreciamos, sublevarnos contra nuestras rutinas, divertirnos un rato y disfrutar de un gran espectáculo: el mundial de fútbol.