lunes, 9 de abril de 2012

5 notas sobre el PRD


Alejandro Encinas Nájera

El PRD fue concebido como un instrumento al servicio de la sociedad mexicana. Pretendía en sus orígenes ser una correa de transmisión que hiciera resonar en las instituciones públicas –desde los parlamentos hasta los diferentes órdenes de gobierno–, las demandas y reivindicaciones de los trabajadores, amas de casa, sindicatos, campesinos, movimientos sociales, estudiantes, intelectuales, migrantes, así como de amplias franjas de la sociedad históricamente oprimidas. Hoy el panorama es completamente distinto.

En algunos aspectos, pareciera que el partido del sol azteca no pudo superar la prueba de fuego que implicó transitar de décadas de lucha desde la oposición, a los éxitos electorales y al ejercicio de gobierno. Costó años de lucha, e incluso vidas, que el régimen reconociera el derecho de la izquierda a participar. Por eso es inaceptable que una vez que a través del PRD se consiguió, muchos de sus miembros olvidaran los motivos por los que esta fuerza política reclamaba ingresar. El resultado es un aparato partidista cada vez más alejado de los ciudadanos, exhibiendo una inmensa desmemoria. ¿Cómo es que se llegó a este punto?

1. Renuncia a una vocación de mayoría.- Existe una contradicción entre los intereses de los grupos de presión al interior del partido y de un interés general muchas veces invocado, pero pocas veces aplicado. Muchas de las corrientes internas han abandonado la pretensión de convertirse en mayoría. Eso los tiene sin cuidado siempre y cuando sus intereses puedan seguir reproduciéndose. La formación de mayorías exige tomar riesgos, tejer alianzas, ceder a veces y abandonar las áreas de confort. Pero eso no pasa porque afecta el modus vivendi de muchos grupos. De tal forma, en vez de articular un bloque sólido que proponga alternativas al régimen actual, lo que hay es un mosaico de pequeñas parcelas, cuyos usufructuarios las defienden a capa y espada. La constante en el proceso de selección interna de los candidatos perredistas no ha sido sopesar quiénes son los perfiles más competitivos y representativos, sino quién garantiza lealtad, subordinación y el pago de un diezmo a sus respectivos jefes políticos. El triunfo entonces pasa a un segundo plano.

2. El PRD es más un membrete que un partido.- No existe una vida partidista como tal. La militancia se realiza al interior de las corrientes. La lógica sectaria ha llegando al colmo de la existencia reconocida por todos de fracciones o subcorrientes al interior de las corrientes mayoritarias. Las divisiones entre estos grupos no son producto de diferencias ideológicas o programáticas. En el PRD se crean, alían y fusionan corrientes al calor de la coyuntura para disputar cargos en el aparato partidista y obtener candidaturas. Algunos estudios categorizan al PRD como un partido de partidos, una federación partidista o, en términos más coloquiales, como una coalición de tribus que se mantienen unidas estrictamente por la búsqueda común de espacios y posiciones.

3. La representación proporcional se ha desvirtuado.- Sería grave olvidar que lo que inspiró la representación proporcional fue acabar con la sobrerrepresentación priísta y así comenzar a pintar de múltiples colores las cámaras legislativas. Fue así como la oposición pudo volverse parlamentaria. Por eso, es de una infinita irresponsabilidad que el PRD, uno de los principales favorecidos por esta fórmula electoral, la desvirtúe y degrade, afianzando la idea entre la ciudadanía de una partidocracia, o bien, de un autoritarismo de partidos. Las candidaturas “pluris” son la oportunidad que tienen los partidos no sólo de colocar a sus cuadros más destacados y preparados, sino también de estrechar lazos con distintos sectores de la sociedad civil, como las feministas, los jóvenes, los intelectuales, los sindicatos, la comunidad LGBT, entre otros, a través de la postulación de un ciudadano que represente su agenda. Pues bien, es la primera vez en la historia de este partido que en las listas no figura ni siquiera un candidato externo. Por el contrario, los lugares se reservaron y repartieron entre las corrientes como pedazos de un pastel. Así que quien no estuviera afiliado a una de éstas, no tuvo posibilidades de ser nominado.

4. El PRD tiene que democratizarse.- El actual proceso de selección interna de candidatos se asemeja a una mesa de naipes en la que a lo mucho cuatro o cinco jugadores están barajando las propuestas y obteniendo sus cuotas dependiendo de la cantidad de fichas que cada uno de ellos porta. Los Consejos del partido, máximas instancias de decisión en los periodos en que no sesiona el Congreso Nacional, se limitan a ser una figura testimonial y decorativa que abala y legitima los designios que descienden de la cúpula. Por todo lo anterior, ésta es la asignatura pendiente más apremiante. Es inconcebible que un partido que precisamente surgió a raíz de un fraude electoral, no enarbole la bandera de la democracia como una máxima inexcusable. Es más, la democracia a estas alturas ya no sólo representa un imperativo ético; también es un mecanismo que aporta eficiencia en las tomas de decisiones.

5. El PRD no es patrimonio de sus dirigentes.- Por último, vale decir que prevalece una lógica patrimonialista en el aparato partidista. El dedazo, la imposición, frases célebres como “acuerdo mata estatuto” o “el respeto al territorio ajeno es la paz” y las negociaciones a espaldas de la ciudadanía, son prácticas informalmente institucionalizadas. Preocupa que hoy que la izquierda se encuentra en plena disputa por la Presidencia de la República y por refrendar la confianza que los capitalinos le han conferido durante quince años, el partido en vez de ser un facilitador, esté poniendo piedras en los caminos tanto de López Obrador como de Miguel Ángel Mancera. Desde las candidaturas sin arraigo, hasta postulaciones francamente impresentables, desde el desinterés por conocer las preferencias ciudadanas, hasta la soberbia derivada del exceso de confianza, el PRD está más enfocado en sus negociaciones y “equilibrios” internos que en trabajar para que aumente la intención de voto de sus candidatos.

En conclusión

Una equivocación recurrente de la izquierda ha sido callar o solapar los errores propios supuestamente en aras de no regalar argumentos a la derecha y con ello allanarle el camino al triunfo. Yo sostengo precisamente lo contrario: precisamente porque se posterga indefinidamente tal debate, es que los mismos de siempre se salen con la suya. El país está necesitado de una urgente transformación y la izquierda es la única fuerza política capaz de efectuarla. Para ello se requiere un partido revitalizado, cercano a la gente, con principios y con un avanzado despliegue organizativo. Aunque a muchos les incomode, la crítica es sana y pertinente. Sin embargo, no puede quedarse ahí, tiene que avanzar hacia la construcción de alternativas. Ya lo dijo Armando Bartra: “La izquierda no es la que mienta madres, sino la que aporta soluciones”. Por eso seguiremos insistiendo en la renovación ética y generacional de la izquierda partidista.

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