Fear Builds Walls
Berlín, 9 de noviembre de 1989.- Una
noche de pleno invierno, calurosa por la muchedumbre congregada, el muro que
separaba las dos Alemanias y que contenía el avance de los dos polos militares
hegemónicos, quedaba hecho escombros. Veintiocho años después de su
construcción, familias berlinesas volvían a encontrarse, amigos entrañables a
reconocer sus rostros con unas cuantas arrugas de más, la parte oriental a
descubrir los excesos de la sociedad de consumo capitalista, mientras que la
parte occidental a pasear por una parte de la ciudad intacta, paralizada en el
tiempo. Does anybody here remember Vera
Lynn? Remember how she said we will meet again, some sunny day.
La caída del Muro de Berlín fue un parteaguas
histórico. Representaba el fin de la Guerra Fría y el inicio de una era
postsoviética. “Es el fin de la historia”, vaticinaban comentaristas
partidarios de un occidente hecho a imagen y semejanza de la superpotencia
estadunidense. Un mundo unipolar, en el que la democracia liberal ya no contaba
con rivales ideológicos. I have become
confortably numb.
A 23
años de la caída del Muro, ¿cuántos muros más se han levantado? ¿cuántos pueblos
han quedado irremediablemente atravesados por disputas políticas, étnicas o
religiosas? En un artículo recientemente publicado, (disponible en español en http://www.lazurda.mx/?p=469),
Mikhail Gorbachev,
impulsor de procesos de reforma profundos en ha Unión Soviética, se pregunta si
realmente es más seguro el mundo tras la caída de la Unión Soviética. Mother do you think they´ll drop the bomb
(...) Mother should I build a Wall (...) Mother should I trust the government
(...) Mama´s gonna make all of your nightmares come true...
En
resumen, Gorbachev responde que “el mundo sin la Unión Soviética no se ha
vuelto más seguro, más justo o más estable. En vez de un nuevo orden, estamos
atravesando por turbulencias globales, en un mundo a la deriva en mares
desconocidos”. Did you see the frightened
ones? Did you hear the falling bombs? Did you ever wonder why we had to run for
shelter when the promise of a brave new world unfouled beneath a clear blue
sky?
Sí,
cayó ese muro de la vergüenza, pero otros tantos se mantienen en pie y otros
más se han cimentado. Unos visibles, de concreto, y otros que no por
intangibles dejan de separar. En la frontera norte de México se extiende un
muro a lo largo de cientos de kilómetros; el despojo al pueblo palestino ha
levantado muros que aíslan a poblaciones enteras; los saharauis viven en campos
de refugiados sorteando los pesares de muros de sol desértico y de sus
alrededores minados. Estas paredes comparten una erguida arrogancia, la firme predilección
al aislamiento, a no querer comprender al otro, al diferente. But it was only fantasy, the Wall was too
high as you can see, no matter how he tried he could not break free, and the
worms ate into his brain.
Durante
la primera década del Siglo XXI –prosigue Gorbachev–, los presupuestos
militares de EUA representaron casi la mitad de los gastos del mundo en fuerzas
armadas. Una superioridad militar tan abrumadora de un país, hace imposible un
mundo libre de armas nucleares. All in all is just another brick in the
Wall.
Ciudad de México, noches del 27 y 28 de
abril de 2012.- Refugiados del rock and roll, músicos
veteranos con canas de vivencias liderados por Roger Waters –un exiliado que
sobrevivió a la caída de Pink Floyd–, toman la escena chilanga. Con la misma
vitalidad y emoción que en su juventud, portan en sus cuerdas un mensaje. Están
plenamente conscientes del terreno que están pisando. Saben que sobre este
suelo no ha parado de correr sangre; conocen y comparten nuestro dolor ante la
violencia, ante los más de 60 mil muertos con nombre, apellido y familiares que
les lloran. En este país los padres están enterrando a sus hijos. De pronto, en
el recuento biográfico de las víctimas de ésta y muchas otras guerras, aparece
en las gigantes pantallas un nombre: es el de Juan Francisco Sicilia, cuya
muerte despertó una indignación estremecedora. Esa indignación se refleja por
momentos en el eco de un grito cuyo origen se remite a la Segunda Guerra
Mundial, pasa por Vietnam, Irak, y llega más vivo que nunca a nuestros días. Bring the boys back home, Don´t leave the
chidren on their own, Bring the boys back home. Los queremos de vuelta.
En
la escena desfilaron muñecos tétricos, antihéroes fascistas, alteregos nefastos,
la añoranza de Waters por el padre caído en la guerra, delirios, sentimientos
entremezclados de lujuria, depresión, aislamiento, aprisionamiento, todos ellos
amalgamados por las debilidades más hondas de un ser atormentado. Finalmente
cae el muro. De sus restos emerge una energía liberalizadora. Entre los restos,
con el polvo aún levantándose y madrigueras posbélicas encendidas por doquier,
se encuentran los sobrevivientes. Una banda agotada, casi con huesos
fracturados e instrumentos rudimentarios, se despide de un público atónito, que
poco a poco va aterrizando. Después, en la salida del concierto, se yerguen hos
muros metafóricos de siempre. Pero muchos captan la señal de reemplazar en
nuestra arquitectura social los muros por puentes. Puentes de entendimiento,
puentes de comprensión. Together we
stand, divided we fall.
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